Capítulo 1: 6, 5, 4, 3, 2, 1 ¿Cero?

192 7 4
                                    

Este capítulo no son sentimientos, son sensaciones, porque para pasar por un corazón, no hay que ser tan descarado de no hacer una primera parada por los recuerdos.

20 de abril de 2020

Cuando te conocí

Se hace difícil recobrar la imagen de todo lo que ocurrió en aquella etapa y en aquel momento, han pasado muchos años, 6 aproximadamente, pero lo cierto es que aunque la mente deja muchas cosas perderse con el paso del tiempo, el corazón siempre trata de guardar las mejores, o...¿Quizá las que marcan?

Viajemos en el tiempo:

Año 2014. No recuerdo qué día, solo sé que era uno más para las dos, para mí y para mi rubia de siempre. Desde aquel día en que nos sentaron pupitre con pupitre en el aula del colegio, no había instante que nos separaran, siempre dando bandazos y haciendo lo que nos apetecía en cada momento. Hablo de Perla, una de mis mejores amigas desde primaria hasta hoy, en que tenemos 21. Ella tenía que comprar una camiseta a un chico llamado Aron que necesitaba recaudar dinero para un viaje de fin de curso, y como no podía ser de otra manera, la acompañé.

Fue curioso porque un poco antes de quedar con él yo ya la estaba fastidiando, me manché con la salsa de chocolate de un riquísimo gofre que Perla y yo nos habíamos merendado y tuvimos que entrar a una cafetería a limpiarme, como siempre una patosa...tengo perfectamente grabada la imagen de cómo nos reíamos y lo bien que lo pasamos con un pequeño kit de hotel que yo llevaba en el bolso con una toallita húmeda para este tipo de imprevistos -por una vez en mi vida fui previsora-.

Sorprendentemente, para mi limitada memoria a largo plazo, recuerdo la ropa que llevaba puesta en aquel momento, mis míticos vaqueros de talle alto y mi chaqueta cropped rosa fosforito (Desde luego verme me iba a ver). Salimos de la cafetería bien decididas después del pequeño percance, y allí nos dirigimos, en busca del chico vendedor de camisetas.

Me hace gracia porque estoy contando la primera y única vez que no he temblado antes de verle, y lo único que se me pasa por la cabeza es que si yo supiera lo que me esperaba...lo más probable es que hubiese dado marcha atrás, pero no, qué va, de eso nada ¿Y dejar todos estos recuerdos sin vivir? Ni loca. Hay algo que he aprendido: para obtener lo mejor hay que pasar por lo peor, para poseer la rosa hay que soportar las punzantes espinas, para querer...tiene que doler, y si todo aquello no hubiese pasado, si cada una de esas decisiones insignificantes no se hubiesen tomado, aquí no estarías tú leyendo un trozo de mi vida conmigo. Y si por un casual no hubiese podido acompañar ese día a mi amiga a aquel sitio, quizá nunca hubiera sabido lo que es el amor, querer en serio, sentir de verdad...porque todo tiene un nombre y un porqué, y ese nombre y por qué se llama destino.

Y ahí estaba él, en la esquina de aquel puente junto al río, sujetando su bici, vestido con un mono de ciclista. No pudimos evitar echar a reír...

- ¿Tía, quien es este?

- ¿Que quien es? — Dijo la vida. Si insistes...te lo mostraré.

Es curioso porque yo llevaba toda mi vida cruzando ese puente, y desde aquel día, jamás he vuelto a mirarlo de la misma forma, jamás he vuelto a verlo sin imaginarte en aquella esquina, y jamás he vuelto a cruzarlo sin llevarte en mi corazón.

Lo siento, de ahora en adelante, me dirigiré a ti, protagonista de mi historia. Porque ahora mismo es lo que necesitaría, que supieses lo que atravieso por dentro.

Nos presentaron, rompimos el hielo contando que mi madre era tu profesora, porque sí, resulta ser que ella te daba lecciones de literatura, cuán curioso, más aún si desde aquel instante no me habías resultado familiar. Nos echamos unas risas durante un escaso rato, y poco más, así de sencillo, una charla amena, simple, una anécdota cotidiana cualquiera, pero a veces olvidamos que por lo más insignificante comienzan las grandes historias, y que de lo más diminuto, nació la inmensidad. Él se llevó su dinero, nosotras su camiseta (Hago especial mención al gran rato que nos tiramos riéndonos de lo feo que era el tigre que decoraba el centro de la camiseta); y bueno...con el tiempo el tigre me comió a mí, eso es innegable.

Ático de mi almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora