Capítulo 18: Incandescente

69 2 1
                                    

Madrugada del 29 de agosto de 2022

Ático incandescente de mi alma

Hace una noche loquísima de tormenta, el cielo está iluminando con relámpagos la casa entera. La tormenta ha empezado justo cuando iba a dormirme, el caso es que tengo que reconocer que me dan un poquito de miedo, porque sí, lo tengo que admitir, soy una cagona, pero también me pasa otra cosa, me gusta muchísimo verla, hasta el punto de que me tapo todo el cuerpo con la cortina cual tonta creyendo que eso me va a salvar de algo y asomo la cabeza entera para poder ver los dibujos luminiscentes que se proyectan en el cielo. Mientras los veía no he podido evitar pensarte, la sensación de ver esa imagen me recuerda demasiado a otra similar que me es muy familiar...así es como he acabado aquí.

Mientras los relámpagos encienden con su potente luz todo mi cuarto vuelvo a escribirte. 

Ya sabes que la portada de este libro somos nosotros envueltos en un rayo. También sabes que nada de lo que aquí se plasma es casualidad.

Tú me encantas, pero precisamente por lo tanto que me encantas me das miedo. Justo lo mismo que me ocurre con las tormentas eléctricas, me flipan, me flipa verlas, me flipa oírlas, me flipa el olor que dejan a campo mojado, adoro los estruendos que hacen, como sobrecogen, como la naturaleza ruge con toda su fuerza poniendo la piel de gallina. Pero también me asustan, me hacen sentir indefensa y diminuta, me generan por dentro una sensación de alarma, me inquietan, me causan incertidumbre porque sabes cuando empiezan pero no cuando acaban y sobre todo, siempre te hacen pensar de forma apenas perceptible que pueden suponer un riesgo. Es decir, por la cabeza no se me pasa nada cuando las veo, no pienso de forma literal en los peligros que podrían causarme, pero es como que algo dentro me dice que no estoy en lugar seguro y se activa mi señal de precaución.

Todo lo que acabo de describir es absolutamente idéntico al sentimiento que tengo contigo. Me encantas, pero me das miedo. El por qué de que me des miedo lo desconozco, es imperceptible. También se me activa contigo el freno de mano, no soy capaz de actuar sin ponerme límites. Dentro de mí y sin poder remediarlo se enciende en gigante la señal de precaución cuando te tengo cerca.

Es por eso por lo que la portada de este libro decidí que fuésemos nosotros dos rodeados por un rayo. Gustándonos pero atravesados por la tormenta eléctrica del miedo. También he de admitir que lo puse porque lo nuestro siempre ha sido pura electricidad cuando nos vemos, y cuando nos tocamos. Si también te fijas, nuestros labios no llegan a juntarse.

Eres la tormenta que más ha iluminado mi vida, la más arrolladora podría decirse. También la más devastadora. Me enciendes no sabes cuánto, me iluminas entera por dentro haciendo incandescente toda mi alma y los estruendos de las dudas me sobrecogen y me dejan como en callejón sin salida. Me asusta, pero me encanta, me envuelve, pero me engancha.

En las tormentas también pasa que nunca se sabe cuándo va a caer el rayo o el relámpago, uno se queda mirando al cielo esperando a ver cuando aparece. El ruido viene luego. Fíjate, eso también me suena.

Así como los rayos juegan a hacerse los interesantes antes de arañar el cielo entero, tú juegas a despistarme mientras por dentro cada vez estamos más cerca. Hasta que llega el día en que, inevitablemente una vez más, nos fundimos de nuevo.

Nunca sé cuando vas a volver a caer en mi vida, porque vas y vienes varias veces.

Y ahí estás, en el ático de mi alma, esperando el momento más inoportuno y despistado para lanzar tu relámpago más fuerte y arramblar con todo.

Cuando pasa la tormenta, cuando todo mi yo se recupera, vuelves con otra nueva y me recuerdas que en esta historia nunca dejas que el sol salga, porque también lo eres tú y nunca llegas.

Ático de mi almaWhere stories live. Discover now