15 | Una fría noche de noviembre

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15 | Una fría noche de noviembre.

—Entonces, ¿qué son?

Bebo de mi batido de frambuesa para darme un chance de responder:

—Dos jóvenes que intentan dejar el miedo a un lado para empezar algo...—el silencio se extiende entre las dos por breves segundos—. Somos exclusivos.

Wendy pestañea y su ceño se frunce lentamente.

—¿Son novios pero sin una etiqueta?

—Bueno...

Su ceño deja de estar fruncido para darle paso a una pequeña sonrisa, luego le da un cálido apretón a mi mano sobre la mesa.

—También es válido, no te preocupes. Me alegra que estés dando un paso como ese. ¿Cómo van las cosas?

—Bien, supongo—respondo con una sutil sonrisa decorando mis labios—. Cuando estábamos en Mayfair hablamos. El tema principal fueron sus inseguridades porque pasó un imprevisto con unos maleducados, pero luego lo dejamos atrás y le dimos paso a cosas triviales. Me gusta hablar con él, porque de ese modo lo conozco más.

Esa noche supe que fue operado de una hernia cuando tenía diez años, también que no tiene un color favorito, pero que le gustan los colores opacos; que su pastel favorito es el Red Velvet y que desde muy pequeño le atrajo todo lo relacionado a la literatura, además de tener desde los siete años a su perro Uggie, un dálmata que le obsequió su abuela, el cual amó desde el primer momento. Sé que todavía nos falta saber el uno del otro, y eso me encanta porque todos los días habrá algo nuevo para saber de esa persona que empieza a causar estragos—en el buen sentido— en mí.

—Suenas entusiasmada—Wendy simula secarse una lágrima junto a un puchero—. Mi muchacha está creciendo.

Sacudo la cabeza con una risita.

—¿Qué tal tus padres? ¿Cómo les ha caído Jazz?—inquiere.

—Bastante bien—asiento repetidas veces con la cabeza, cosa que le resulta gracioso—. Intentan que se sienta cómodo brindándole un trato genuino, y creo que lo logran, sólo que Jazz aún conserva un poco de timidez y algo de recelo, pero no creo que se siente disgustado cuando está con ellos, sólo no está acostumbrado a verse rodeado de personas.

El día de ayer, cuando regresamos de Mayfair y después de salir del hospital con la gran noticia de que la linda Susie pudo atravesar un tumor, los invité a mi casa y aceptaron. Mamá estuvo feliz de tenernos de nuevo y papá preparó un almuerzo como para cincuenta personas con la excusa de celebrar la noticia de Susie. Todos estábamos realmente contentos y Bree no paró de llorar de la alegría. En el transcurso de las horas, pude observar a Jazz participando una que otras veces en las conversaciones y emitiendo sutiles risas con alguno que otro comentario de papá.

—Llevas unos cuantos minutos observándome, Rojita.—susurró cerca de mi oído cuando se inclinó hacia mí con la excusa de tomar un trozo de pan, aprovechando que mis padres y Bree se encontraban sumidos en una conversación.

—Observo lo que me gusta.—respondí cuando regresó a su lugar. Escuchar eso lo hizo sonreír y tomó mi mano por debajo de la mesa, acariciando mis nudillos.

—Cuidado me desgastas.—bromeó con picardía, sorprendiéndome, cosa que me hizo reír y, por consecuencia, atraer la atención de mis padres.

Wendy chasquea sus dedos en mi campo de visión y pego un sutil respingo cuando Ezra se deja caer de manera estruendosa en el asiento a mi lado.

—Hola para ti también, Ez.

El poder de una sonrisaWhere stories live. Discover now