2 | Como el género musical

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2 | Como el género musical.

Encontrar información de una persona es más difícil de lo que pensé; mucho más cuando parece que el desconocido es un ermitaño.

He intentado con más de veinte nombres con J y apellidos con K. ¿Saben lo que he encontrado? Exacto, nada.

Ni siquiera sé lo que estudia, de ese modo sería un poco más fácil obtener alguna información de él.

Realizo un bostezo, apago el portátil y cojo mi celular entre las sábanas de mi cama.

Ezra contesta mi llamada al tercer pitido.

—¿Hola?

—No he encontrado nada.

—Yo tampoco.

Suspiramos al unísono.

—¿Y si es un asesino en serie y por eso no encontramos nada de él?—abro mucho los ojos—. O, aún peor, un mafioso de esos que te matan si te atreves a indagar más de la cuenta.

—No lo creo, dices que parece indefenso.

—¡Esos siempre ocultan algo!

Su risa se escucha al otro lado de la línea.

—Todos ocultamos algo, Heather.

Luego de ello, nos despedimos al recordar que mañana hay que ir a la universidad y cortamos la llamada.





Esa mañana, mi estado de ánimo se encontraba igual de alegre, por ende, mis padres no se sorprendieron en absoluto cuando entré a la cocina exclamando mi explosivo «¡Buenos días!». Aunque mi gata, Lulú, no le causó gracia y salió como un rayo de la cocina.

—Buenos días, mi pelirroja favorita—sonríe papá mientras sirve jugo en los vasos.

—¡Oye!—se queja mi progenitora—. ¿Y yo no soy tu pelirroja favorita?

—Las dos son mis favoritas, cielo.

El cabello y algunas facciones del rostro de mamá son tan parecidas a las mías, que recuerdo como algunas personas nos preguntaban si éramos hermanas en lugar de madre e hija. A ella siempre le causó risa escuchar eso.

Con mis padres entablamos una grata conversación mañanera mientras desayunamos y, al cabo de unos minutos, subo a mi habitación, cepillo mis dientes y recojo mi colorida mochila. Extrañamente, tengo tiempo suficiente para llegar tranquila a clase, así que, me despido de mis progenitores y declino la oferta de papá cuando se ofrece a llevarme a la universidad.

Ese día, Londres se encontraba con su usual clima, así que, con mis audífonos puestos, emprendo mi camino con una sensación de tranquilidad empezando a florecer en mi pecho. Si bien los días nublados y húmedos no eran mis favoritos, intentaba no quejarme y disfrutar de un día más. ¿Para qué quejarme? No ganaba nada con ello. Ni siquiera tenía algún superpoder para cambiar el clima o algo así.

Conocí a tantas personas que desearon poder disfrutar de cualquier clima... y no pudieron cumplirlo porque la muerte tocó sus puertas, llevándose sus deseos tan rápido como la vida.

El poder de una sonrisaWhere stories live. Discover now