10 | Encontrar una voz

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10 | Encontrar una voz.

—Necesito, al menos, unas cortas vacaciones—murmura Wendy una semana después, y acuna su rostro entre sus manos con los codos puestos en una de las mesas de la cafetería.

Asiento en acuerdo y le doy un sorbo a mi batido.

—Dentro de unos días será Halloween y escuché que una de las chicas de Literatura dará una fiesta; puede ir quien quiera.—informa Ezra y realiza un sutil encogimiento de hombros—. Tal vez deberíamos ir y olvidarnos de las clases por un momento.—ofrece, dándole un mordisco a su sándwich de pollo.

—Voto por ir.—acepta Wendy de inmediato y choca la palma que le ofrece nuestro amigo.

—También iré.—me uno.

Luego de dejar salir esas palabras, llevo la mirada hacia la puerta de entrada de la cafetería y transcurren los segundos, pero no sucede nada. No aparece la persona que quiero ver. No hay rastro de Jazz por ningún lado.

Reprimo el suspiro que quiero dejar escapar.

A la universidad no ha vuelto desde aquel día en el que se subió a ese misterioso auto, y tampoco he recibido respuesta a mis mensajes en el que pregunto si se encuentra bien. No lo he llamado porque no quiero parecer intensa, pese a que algunas veces me he encontrado a instantes de hacerlo y tampoco he ido a su casa. Creo que tenía un poco de esperanza de que apareciera en los siguientes días, pero no fue así.

Quiero saber del paradero de Jazz.

Me levanto del asiento y cojo mi mochila. Mis amigos se sobresaltan ante mi gesto y olvidan la conversación que tenían para darme su atención.

—¿Estás bien?—preguntan al unísono.

Asiento.

—Todo bien, sólo…tengo que hacer algo.

Ezra forma una pequeñísima mueca.

—¿Se trata sobre Jazz?

Vuelvo a asentir con la cabeza.

—¿Qué pasa con él?—pregunta Wendy—. No escribe nada en el grupo y tampoco lo he visto por aquí.

—No lo sé—respondo con sinceridad—, pero creo saber de alguien que, tal vez, si sepa.

—¿Quieres que te acompañemos?

—No, está bien—me acerco a cada uno y deposito un beso en sus coronillas—. Nos vemos luego.

—¡Mantennos informados!—escucho que dice Ezra cuando empiezo a caminar hacia la salida.

Llegar a la salida es tarea sencilla. Cuando estoy fuera, acomodo mi gorro de lana y me cercioro de tener un paraguas en mi mochila, puesto que es bastante probable que llueva. La última vez me dí cuenta de que la librería de Edmond se encuentra relativamente cerca de esta universidad, incluso la vivienda de Jazz está ubicada en una zona que también podría considerarse cerca de aquí, así que, decidida, empiezo a caminar en dirección a la librería.

Mientras tanto, me dedico a observar lo lúgubre, pero no por ello menos bonito, que me resulta Londres. Las pinceladas grises acarician a unas enojadas nubes cargadas de agua y el viento es ese amigo fiel que me abraza.

Formo una pequeña y sutil sonrisa sin saber muy bien por qué. Por nada y todo a la vez, quizás.

Apresuro el paso junto a las demás personas que transitan cuando un trueno se hace escuchar cual canción a apreciar.

—Lo siento, hoy tampoco abriré la librería.—dice Edmond al abrir la puerta justo cuando yo iba a hacerlo. Parece volver a querer cerrarla y me apresuro a impedirlo.

El poder de una sonrisaWhere stories live. Discover now