5 | Un nuevo pelirrojo en la ecuación

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5 | Un nuevo pelirrojo en la ecuación.

El bullicio del hospital me recibe y debo admitir que ya extrañaba ver los rostros conocidos, y otros no tan conocidos. 

Le echo un corto vistazo a la sala de espera y una pequeña sonrisa cómplice se forma en mis labios al recordar el día en el que ví a Jazz ocupando una de esas sillas. 

Mis rizos bailan cuando sacudo la cabeza y continúo mi camino. 

Escribiendo de manera rápida en un ordenador y con hojas desparramadas en su escritorio; una mujer baja, con el cabello negro a la altura de su cuello y pareciendo ajetreada, no se percata de mi presencia.

—¡Ho–!

—¡Heather!

Acomoda sus lentes que empezaban a resbalar por el puente de su nariz y me muestra una grande y cansada sonrisa.

—¿Estás bien? ¿Puedo ayudarte en algo?—le echo un vistazo al desastre de su escritorio.

—Estoy bien, cariño—realiza un gesto con su mano, minimizando su cansancio—. ¿A qué viniste hoy? ¿No tienes clase?

—Hoy me toca voluntariado—respondo con voz entusiasta. Desde que empecé a hacer voluntariado supe que le obsequiaría parte de mi corazón—. Y, respondiendo a tu otra pregunta: No. Estoy suspendida por tres días. Luego te pongo al día.—le guiño un ojo que ella corresponde entre risitas. 

—¿Puedes echarnos una mano con el área infantil? Las dos personas encargadas no pudieron venir y…—alza sus manos con exasperación—. ¡Necesitamos más personal! 

—De acuerdo—respondo sin dudar—. ¿Puedo pasar por la habitación de Susie primero?

—Sí, seguramente su mamá está dándole su desayuno. 

Sonrío. Por más que Susie le diga a su madre que puede comer sola, la señora Bree se niega ante la idea. 

Camino esos pasillos que ya conozco a la perfección y me detengo al ver la puerta de la habitación que pertenecía a Ralph.

Un molesto nudo se me forma en la garganta. 

Sé que si abro la puerta ya no lo encontraré en la esquina de la habitación leyendo un libro. Sé que si abro la puerta ya no lo veré alzar la mirada con el entrecejo fruncido para verificar quién ha interrumpido su valiosa lectura. Sé que, físicamente, ya no está y, aún así, abro la puerta con…una pizca de ingenuidad.

Pero, la ingenuidad se ve reemplazada por sorpresa al ver en la cama a un somnoliento Ezra. Cierro la puerta y avanzo deprisa. 

—¿Ezra? ¿Qué te sucedió? ¿Estás bien?

Parpadea continuamente y desliza una mano por su desordenado cabello rubio. 

—Buenos días para ti también—murmura, haciendo un ademán de volver a enterrar el rostro en la almohada, pero soy más rápida y se la quito—. ¿Qué hora es? Pensé que pasar la noche en este lugar sería incómodo, pero he caído profundamente dormido nada más tocar la almohada.

Bufo con diversión.

—Tú te quedas profundamente dormido en cualquier lugar, Ez—le entrego la almohada y me siento en la cama. Muevo mis pies cuando quedan guindando— . ¿Me dirás por qué estás aquí? No los veo desde ayer en la mañana, ¿me perdí de algo? 

El poder de una sonrisaWhere stories live. Discover now