7 | No es lineal

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7 | No es lineal.

—Vaya… Por fin te dignas a venir.

Desvío la mirada del ventanal y giro para encontrarme con la mirada filosa de quién reconozco como la hija mayor de Ralph, y junto a ella, dos hombres que sé son sus hermanos. Hago un gran esfuerzo para disimular los nervios que me provoca esta situación. 

—Sí, bueno, ¿cuándo comienza la reunión?—respondo con un tono de voz que trato salga de lo más casual. 

La mujer resopla y toma asiento en el gran sofá. No pasan ni dos minutos cuando la amable chica que me condujo hasta la oficina, entre con una charola en sus manos con lo que reconozco como té.

—Dime, niña. ¿Para qué te citó el abogado de mi padre?—inquiere tras darle un sorbo al contenido de su taza. Sus dos hermanos permanecen en silencio, sentados en el sofá y con una expresión que le atina a la pereza. 

—No lo sé.—respondo aún de pie, incapaz de tomar asiento junto a los tres hijos de Ralph.

—No mien…

—Ya llegué. Disculpen la demora.—interrumpe un hombre de estatura baja, con abundantes canas y un portafolio que sujeta su mano izquierda. 

Me abstengo de decir que, en realidad, todos llegamos a tiempo, y me limito a mostrarle un asentimiento de cabeza, que responde de la misma manera antes de tomar asiento en el escritorio. Pasados unos segundos, carraspea mientras me observa aún de pie, para luego señalar la silla frente a él con una disimulada mirada. 

—Disculpe. ¿Qué tengo que ver yo con esta reunión?—llamo la atención del señor frente a mí.

—Me pregunto lo mismo—masculla la mujer. 

Las comisuras de los labios del abogado se alzan en una sarcástica sonrisa.

—Usted también debe estar presente para lo que se leerá.—se limita a decir y saca una carpeta de su portafolio. 

Todos guardamos silencio y, al unir un cabo con el otro, las manos me empiezan a sudar. 

No, no...

Los segundos en silencio transcurren y es como si todos—a excepción del abogado—contuviéramos la respiración. 

—El testamento de mi querido amigo Ralph.—deja caer el hombre y creo que me ahogo con mi saliva. 

—¡¿Qué?!—salta la hija y yo me limito en parpadear—. Si ella está aquí, significa que su nombre está en ese puto papel. ¿O me equivoco?

El abogado asiente con la cabeza, totalmente sereno y nada sorprendido por la actitud que adopta la hija mayor de Ralph. 

—Cálmate, Miranda.—escucho que alguien le dice. 

Yo sólo puedo quedarme quieta en mi lugar, con las manos sudando y sin poder decir nada. 

—Debemos empezar. No tengo todo el día. 

No espera a que ninguno responda y se aclara la garganta para empezar la lectura del testamento: 

En vida no fuí muy hablador—empieza a relatar—, pero siempre intenté serlo con ustedes; mis hijos y con mi esposa, que en paz descanse, para que nunca recibieran silencio de mi parte, pese a que desde muy pequeño siempre fuí alguien silencioso o con palabras muy puntuales. Por ende, no daré tantas vueltas (aunque siempre me desvío y termino escribiendo más de la cuenta) y seré claro en dicho testamento para la división de mi herencia. Deseo encarecidamente que mi voluntad se cumpla. 

El poder de una sonrisaWhere stories live. Discover now