6 | Azul, rubio y rojo

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6 | Azul, rubio y rojo.

La camioneta se adentra al pequeño vecindario donde vive Wendy y el aspecto deteriorado y descuidado de algunas casas me hace recordar las palabras de mi amiga cuando le pregunté por qué no decidió mudarse con su papá: Quiero irme de este lamentable lugar, Heather, pero no puedo.

Suspiro. Sí puede, sólo que desde hace ya un tiempo se ha tomado responsabilidades que no le conciernen del todo y, es que, ¿cómo no hacerlo? Sus dos pequeñas hermanas la necesitan, debido a que su madre…bueno…es un particular caso.

—¿Está segura de que esta es la dirección, señorita?—pregunta el guardaespaldas en el asiento de copiloto, mirando a través de la ventanilla sin fiarse del todo, mientras que el otro reduce la velocidad.

—Sí.

Indico que se detenga y eso hace, les agradezco y con Ezra nos bajamos.

—¿Quiere que la esperemos?—pregunta el que conduce antes de que cierre la puerta.

—No, está bien. Los llamaré cuando necesite de ustedes.

Muevo mi mano en señal de despedida y cierro la puerta.

—¿Te dejan tranquila si quiera para ir al baño?

La risa se me escapa ante la pregunta de Ezra. Decidimos avanzar y en un silencioso acuerdo, tocamos la puerta, sin intenciones de irnos sin ver a nuestra amiga.

Al quinto golpe a la puerta, la esperanza de hablar con ella minimiza.

—Tal vez fue a clases.

Niego con la cabeza y toco por sexta vez.

—Si fue a clases, entonces, ¿por qué no ha respondido ninguna de nuestras llamadas o mensajes? Además, Wendy nunca se aleja de su móvil.

—Tienes ra…

—¿Qué hacen aquí?

Nos giramos hacia la indiscutible voz de nuestra amiga, que nos devuelve la mirada con el ceño fruncido, las pequeñas mochilas de sus hermanas cuelgan de sus hombros y sostiene las manos de las menores, una a cada lado.

—¡Wendy!—exclamamos al unísono y avanzamos hacia ella con entusiasmo.

Ezra carga a Ivy—la menor de las tres— y yo cargo a Sarah, que se remueve en mis brazos soltando risitas. Son unas niñas preciosas.

—¡Hola, Heather! Tenías mucho tiempo sin venir. ¿Me trajiste chocolates?

Realizo un mohín con mis labios.

—Lo siento, niña bonita, los olvidé.

Es tradición darle chocolates a las dos cada vez que las veo, y me alegra que aún no lo hayan olvidado.

Beso su frente y la bajo. Lo mismo hace Ezra y es su turno para saludar a Sarah. Después de tantos años de amistad con Wendy, el rubio también se familiarizó con las pequeñas.

No me puedo olvidar de Ivy y ésta me sonríe antes de recordarme que la próxima vez no puedo olvidarme de los chocolates. Cuando los saludos finalizan, Wendy suspira con pesadez, haciéndonos saber que aún espera por una respuesta.

—¿Y bien?—coloca sus manos en su cintura.

—¿Estás bien?—me posiciono frente a ella y puedo ver unas oscuras ojeras debajo de sus ojos. Me da la impresión de que tampoco se ha preocupado en ocultarlas y no paso desapercibido que sus ojos se encuentran un poco hinchados—. Te estuvimos llamando y nos preocupamos porque nunca respondiste ni siquiera a los mensajes, cosa que siempre haces pese a todo. ¿Pasa algo, Winnie?

El poder de una sonrisaWhere stories live. Discover now