4 | Las manos donde pueda verlas

21 4 56
                                    

4 | Las manos donde pueda verlas.

—Heather Alaia Bruna.

La expresión dura de papá me hace formar una sonrisita nerviosa.

—Interesante combinación de nombres.—murmura Jazz a mi lado con algo de diversión en su voz. Lo aniquilo con la mirada.

Doy unos cuantos pasos temerosos como si de una matanza se tratara, y Jazz, como un soldado fiel, también da pasos a la par mío.

—¡Hola!—los saludo con alegría.

Spoiler: A ninguno de los dos le causa gracia.

—Pero, ¿se puede saber qué hice?—alzo las manos en señal de inocencia—. ¡No he matado ni he atropellado a nadie!

Mamá reprime una risa y papá permanece con su ceño fruncido.

—Me he enterado del escándalo de esta mañana y te llamé diez veces—habla papá—. No respondiste a ninguna, Heather.

Formo una mueca.

—Me quedé sin batería. Lo siento.

—¿Y no se te ocurrió llamarnos desde otro móvil?

Su voz serena no combina con su expresión seria, dura mirada y un ojo derecho que tiembla peligrosamente.

—N-no...

—Fuí a la universidad y el director me dijo que te habías ido—enumera con su dedo—, le pregunté a tus amigos por ti y no sabían nada—respira hondo—. ¡Envié patrullas para que te buscaran y algunos se acaban de ir porque no te consiguieron por ningún lado! ¿Se puede saber por qué estás tan tranquila cuando a tu mamá y a mí casi nos da un infarto?—su mirada me inspecciona y el flechazo de culpa me atraviesa. Papá abandona la expresión seria para darle paso a una brutal preocupación. Hasta su cabello se encuentra desordenado, cosa que no es usual porque siempre lo tiene perfectamente peinado—. ¿Esos reporteros te hicieron algo? ¿Te lastimaron? ¿Te...?

Mamá le coloca una mano en el hombro, y se miran en silencio. Papá le muestra un asentimiento de cabeza y suspira.

El motivo de su alteración se basa en lo que me sucedió hace unos años atrás, específicamente cuando tenía ocho años. Le aterra que vuelva a ocurrir.

—Nos preocupamos porque...bueno...ya sabes.—interviene mamá, mostrándome una media sonrisa al ver que estoy frente a ellos.

—Lo siento—digo, apenada—. Me fuí de la universidad con Jazz y debí pedirle una llamada, pero fuí despistada y se me olvidó.

El aludido, por cierto, observa la escena con los brazos cruzados y sin dejar ver una mísera emoción. Es como si fuese una estatua.

—¿Ese es Jazz?—me pregunta papá y le envía miradas de total desconfianza.

—Brendan.—le advierte mamá.

—Que sí, cariño, a él no le daré una reprimenda.

Lo dudo.

Miro a Jazz de soslayo y continúa en la misma posición, como si estuviera en una especie de trance.

—¿Y bien?—pregunta papá con toda su atención en Jazz, pero éste no responde, a lo que papá se extraña y le susurra a mamá un:—. ¿Es mudo?

El poder de una sonrisaWhere stories live. Discover now