3 | Drama mañanero

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3 | Drama mañanero.

Si supiéramos que mañana moriremos o que alguien que queremos lo hará. Hablaríamos de todas esas cosas guardadas, expresaríamos ese amor que algunas veces se quedó atascado en la garganta e intentaríamos hacer todo lo que en su momento no se pudo por miedo, u otra razón que lo impidió. Haríamos un sinfín de cosas que, tristemente, quedan en el baúl de «si hubiera hecho...»

Sabemos que la muerte es lo más seguro que tenemos y, sin embargo, parece que intentamos olvidarlo. Está bien si lo aplicas para intentar vivir el ahora, pero, ¿olvidarlo para quedarte sentado viendo como transcurre el tiempo?

Nadie te devolverá ese tiempo perdido, querido lector.

Mamá y papá les dan un apretón a cada una de mis manos cuando me acerco a una enfermera que estaba por entrar a la habitación de Ralph.

—¿Él...?—pregunto, temerosa.

La enfermera niega con una expresión de decaimiento.

—Ha dicho tu nombre en los últimos minutos.

Respiro hondo.

—¿Sus hijos no han venido?

Esta vez niega con la cabeza y aprieta sus labios en una fina línea.

—Ninguno respondió a las llamadas.

Suspiro con resignación.

—Voy a entrar.—le notifico a mis padres.

Mamá se acerca para abrazarme y escondo mi rostro en su cuello. Papá me susurra unas cuantas palabras de consuelo y entro a la habitación.

La máquina que dicta sus lentos latidos me causa escalofríos.

—Heather...

Sonrío cuando lo escucho y me quedo de pie a su lado en la cama.

—Viejito gruñón.

—Este trasto ya no me sirve.—asegura, haciendo referencia a su corazón.

—Pese a ello, aún sigues aquí, conmigo.

Sus ojos verdes brillan cuando me muestra una leve sonrisa de labios secos.

—Intenté ser un buen padre y ellos...—su pecho sube con lentitud—...se olvidaron de mí nada más ver que estaba enfermo y viejo. Nunca vinieron, pero duele como la mierda, porque los amo con cada lento latido y buena memoria.

Se me encoje el corazón.

—Un viejo guapo. Tienes a la mayoría de las señoras embobadas.—bromeo, medio en broma y medio en serio.

Mis palabras le sacan una pequeñísima risa que se esfuma pasados los segundos.

—Te quiero como a otra hija, Heather. Gracias por todos los momentos vividos a tu lado.

Es imposible que mis ojos no se cristalicen.

—No te despidas, ¿de acuerdo? Quiero creer que nos volveremos a ver y...y...Yo también te qui-quiero.

El poder de una sonrisaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant