11 | Pensamientos verbalizados

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11 | Pensamientos verbalizados.

-¿Y, dónde está tu amigo?

Alzo las cejas ante la pregunta de Susie. Dejo la cuchara de su puré de patatas a un lado y le paso el jugo. Le da un sorbito y espera pacientemente por mi respuesta.

-¿Por qué lo dices?-inquiero con algo de curiosidad.

Se encoje de hombros de manera graciosa.

-Nunca más ha vuelto por aquí-se lleva un dedo a su barbilla y suspira para añadir:-. Desde que Ralph se fue con los pajaritos.

Susie deduce que las personas cuando mueren se van a volar con los pajaritos, y nadie nunca le ha llevado la contraria, porque, ¿quién sabe, a ciencia cierta, nuestro destino cuando morimos? Sí, nuestro cuerpo va a un ataúd o se convierte en cenizas luego de una cremación, pero, somos más que una estructura ósea. Tenemos un alma, y nadie sabe a dónde va cuando morimos.

Carraspeo.

-Mi amigo está...de viaje.-decido responder.

Viaje que no sé si tiene retorno.

Susie abre los ojos como un búho cuando escucha la palabra «viaje».

-¡Qué genial!-forma un mohín-. Yo también quiero viajar. Lo extraño.

Alzo la cuchara con la última porción de puré y abre su boca para recibirlo.

-Volverás a viajar, linda Susie, pero primero es tu recuperación-acaricio su mejilla con sutileza y se me ocurre algo, así que añado:-. Aunque...podemos preguntarle a la doctora y, por supuesto, a tu mamá, si puedes venir conmigo a conocer mi penthouse en Mayfair. ¿Qué te parece?

Sus ojos brillan con una genuina emoción ante mis palabras.

-¡Sí!

-Cielo, te necesitan en el área de niños.-me informa la mamá de Susie, abriendo la puerta de la habitación.

Arrugo ligeramente el ceño. Cuando llegué-porque hoy me toca voluntariado-me informaron que el área de niños ya tenía a personas encargadas, sin embargo, asiento con la cabeza y me levanto de la silla.

Salgo de la habitación junto a Susie y su madre, que decidieron acompañarme y avanzamos por los pasillos del hospital. A unos pasos de nosotras noto a un hombre con traje negro y de inmediato lo reconozco como uno de los guardaespaldas. Realiza un ligero asentimiento de cabeza y se lo devuelvo. Poco después, visualizo la puerta de entrada del área infantil.

-¡Gracias, Heather!-una exclamación al unísono es lo primero que escucho cuando coloco un pie dentro.

El pecho se me hincha de calidez ante lo que veo.

Una sincera gratitud se encuentra plasmada en cada infantil, joven y anciano rostro que sujeta un enorme cartel con la palabra «gracias».

Observo la cálida mirada de la mamá de Susie a mi lado, y ésta me guiña un ojo, evidenciando que sabía lo que planeaban. Su hija se tapa la boca con una mano al intentar ocultar una sonrisita y le entrecierro los ojos con diversión. Su plan desde el inicio fue distraerme.

La directora del hospital camina hasta quedar en el centro y, segundos después, todos guardan silencio.

-Querida, en nombre de este hospital y de todas las personas que han recibido tu valiosa ayuda, queremos agradecerte de todo corazón por lo que hiciste-me acerco a ella y tomo sus manos para darle un leve apretón-. Estamos infinitamente agradecidos contigo y, ¿cómo olvidarlo? También con Ralph.

El poder de una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora