15 | Una fría noche de noviembre

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Sus ojeras son las primeras que nos saludan y extiende su mano para robarle una patata frita a Wendy, que le envía una mirada afilada por robarle su comida, pero lo deja pasar.

—Pasé toda la madrugada viendo el concierto de mi banda de rock favorita, y esto es el resultado.—señala sus notables ojeras y ubica su cabeza en mi hombro—. ¿De qué hablaban?

—De Jazz.—responde Wendy.

—Oh, lo ví hace un rato.

Eso llama mi atención. En la mañana no lo ví en la entrada y no ha venido a la cafetería por la hora del almuerzo, de hecho, tampoco ha respondido mi mensaje en donde le pregunto si vendrá a almorzar con nosotros. Seguramente se encuentra ocupado.

—¿En serio?—le pregunto a mi amigo.

—Sí, cuando salí de la clase que no comparto con ustedes, pasé por el aula de Jazz con la intención de ver si ya se encontraba aquí, pero una chica hablaba con él y no los quise interrumpir.

Realizo un ligero asentimiento de cabeza.

—Seguramente está haciendo nuevas amistades. Eso es bueno.—aseguro.

El transcurso de la hora del almuerzo pasa con tranquilidad y el deber nos llama cuando nuestros relojes nos recuerdan que ya debemos entrar a la próxima clase.

—Mi motivación de la semana es que pronto llegan las vacaciones de invierno.—murmura Ezra con semblante adormilado.

Con Wendy nos reímos de su poco ánimo, y entrelazamos nuestros brazos con intenciones de salir de la cafetería, no sin antes despedirnos de Boby.

—¡Adiós, trío dinámico!

Cuando nos encontramos en el pasillo, hay una moderada cantidad de estudiantes, pero eso no me impide ver a Jazz caminando en dirección a nosotros con una chica de estatura promedio, pelinegra y de piel envidiablemente bronceada. Cuando creo que se acercarán a nosotros, se dirigen hacia la cafetería sin un saludo si quiera.

—¿Qué carajos fue eso?—pregunta Wendy de golpe y sin un ápice de vergüenza.

—No lo sé.—respondo con naturalidad.

—Ella es la chica con la que Jazz hablaba en el aula. Ya la había visto antes en los pasillos, así que deduzco que estudia con él.—acota el rubio.

—¿Por qué no se detuvo a saludarte?—vuelve a preguntar Wendy.

Saco mi móvil del bolsillo delantero de mi pantalón y, como deducía, tampoco hay ninguna notificación con una respuesta a mi mensaje. Decido no darle tantas vueltas al asunto, convenciéndome de que está bien que se relacione con más personas y que, de igual forma, está bien que no esté pegado a mí durante el día, o todos los días de la semana, sin embargo, una sensación extraña y poco usual en mí, me recorre.

—Seguramente iban con prisa.—respondo.

                           

Las próximas clases del día las paso realmente centrada en lo que dicen, puesto que me gusta lo que estudio y representa un foco de atención en mí, que casi olvido lo de hace unas horas atrás. Wendy y Ezra fueron los primeros en irse del aula, porque la primera tenía que acompañar a sus hermanas en una presentación de lo que practican en su tiempo libre: Ballet. Y el segundo, porque ya no podía con el potente sueño que se cargaba; al pobre lo regañaron dos veces porque casi se queda dormido en plena clase.

Termino de recoger mis cosas y no pasa mucho tiempo para que el profesor me llame por mi apellido.

—¿Sí?

El poder de una sonrisaWhere stories live. Discover now