Trigésimo encuentro.

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El silencio en el departamento fue total. El sonido de los cubiertos en los platos y el sonido despierto de la ciudad de New York eran los musicalizadores oficiales de la velada.

— ¿Has podido averiguar algo respecto a nuestros sueños? —, le preguntó el artista, casi en susurros.

Eva negó suavemente con la cabeza y tomó el último trago de vino, tomando la botella entre sus dedos para servirse un poco más de aquel elixir que le permitía pasar ese trago amargo de decepción.

— No, me he traído el libro, así que voy a seguir leyendo. Pero hay muchas teorías, claro ninguna puede ser tan explícita como nuestros sueños —, explico y él asintió suavemente, dejando sus tenedores y observandola.

— Eva, ¿quieres que me vaya a un hotel o que me quede? —, murmura, intentando buscar sus ojos. — No quiero que estes incomoda, bajo ningún punto.

Eva tiene sus ojos puestos en el líquido tinto que está dentro de la copa, entre sus dedos. Lo mueve suavemente y se mantiene en silencio, hasta que finalmente le da lo que él quiere y lo mira a los ojos.

— Quiero que te quedes, Harry. Solo estoy cansada y honestamente, me siento un poco apagada. Lamento no ser la Eva que quieres —, le explica y él lleva su mano hacia la mejilla de la mujer.

—Eres la Eva que quiero, siempre, incluso estando así. Eso no me importa, en absoluto. —, susurra y se inclina lo suficiente para besar sus labios de manera suave, casi como una caricia, esperando que ella diera el paso que él quería.

Ella se lo concede, abriendo sus labios y besándolo con lentitud, encontrando la confianza en sus labios de a poco.

— Lo siento, Eva —, murmura y ella asiste suavemente, apoyando su frente con la suya, aun manteniendo sus ojos cerrados, dejando que la voz del británico la lleve a un lugar mejor. — Vamos a la cama. Limpiaremos esto en la mañana.

Harry se levanta y se inclina para levantarla en brazos, haciendo que ella lo tome por la nuca. Se acurruca en su cuello y él besa el trozo de piel que alcanza, llevándola hacia la habitación que habían compartido hacía unos días.

La colocó en la cama y comenzó a apartar las almohadas que siempre tenía allí, colocándolas a un lado antes de abrir las sábanas y taparla. Se quitó los zapatos y luego la chaqueta, comenzando a quitarse el suéter y luego el pantalón, para luego hacerle compañía a la mujer.

Se recostó a su lado y la tomó de la cintura. Ella alzó una de sus piernas y lo envolvió, atrayéndolo hacia ella, sintiendo la calma y la oscuridad de la noche sumergiendolos en una atmósfera de tranquilidad e intimidad, con nada más que la luna iluminando parcialmente las siluetas que se mostraban en las sabanas.

Sus rostros se acercaron y sus narices se juntarnos. Él respiró profundamente y tomó de su aroma a jazmines, recibiendo absolutamente todo de ella.

— Extraño tu perfume cuando no estás —, murmura y ella sonríe, robandole un beso secreto.

— ¿Te gusta como huele? —, responde, en medio de susurros.

— Si. Eres mi pócima de adicción personal. —, susurra y ella ríe, haciéndolo sentir cosquillas en el fondo de su estómago.

— Quiero ser tu única adicción —, le responde y él cierra sus ojos. Su estómago sufre un golpe duro.

La culpa.

El silencio.

— Lo eres —, murmuró y la abrazó, escondiendo su rostro en su cuello. Su aroma lo tranquiliza. Sabe que ha tomado la decisión correcta.

In my dreams | Harry Styles.Where stories live. Discover now