17| Brighette

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Dirigí la mirada a la derecha, primero posándose en la vereda por la que acabamos de llegar, un camino que se había hecho con el tiempo de las decenas y centenas de personas, carretas y ahora coches que llevaban pasando por el mismo lugar una y otra vez. ¿Cómo se eso? Fácil, acabo de ver a un señor con carreta y hace poco paso una camioneta de modelo antiguo. Al costado opuesto del camino había un bosque, lleno de pasto y maleza muy alta acompañada por arbustos, flores y árboles tan altos que no se podía señalar con exactitud dónde estaba la copa.  

La casa realmente parecía sacada de un cuento de fantasía, de aquellos ilustrados que rara vez conseguía obtener o como aquel que mi hermano solía leerme por las noches. Era una casa de dos pisos hecha de madera sin pintar y muros de roca que le daban un aire pintoresco. Al igual que la casa de a lado, tenía grandes ventanales adornados con cortinas de diseños bastante exóticos, no son algo que esperarías de un lugar dónde vive alguien que probablemente ya es una persona mayor. En la entrada de la casa había una única reja que seguramente era de decoración ya que no hace ningún esfuerzo por proteger la casa. Aunque está tan dañada que parece que alguien disfrutaba golpearla.

Puedo oír ligeramente el sonido del agua de lo que supongo es el río que vi en la postal, así que no quedan dudas de que esta casa es la casa que estamos buscando.

—Oh, Ulani —escuché una voz de repente, era lo que se describiría como la dulce voz de una anciana.

Una mujer que lucía arrugada y joven al mismo tiempo estaba en cuclillas frente a arbustos de hermosos rosales, sosteniendo una cosa de esas que se usan para regar flores que parece regadera chiquita. Tenía ojos verdes tan claros como la hierba y tez bastante clara, una sonrisa radiante llena de calidez, típica de esas ancianas adorables.

¿Ulani? ¿Es así como se llama la mujer que nos trajo hasta aquí?

¿Entonces esta anciana...

—Hola, Titi —dijo Ulani amablemente antes de pasar de largo a la mujer que estaba regando felizmente las flores y entrar a la casa de la postal.

Sé que la puerta esta abierta pero ¿no es eso demasiado irrespetuoso? Digo, se supone que son vecinas no roomies.

Ulani dirigió su mirada en mi dirección antes de mover la cabeza para indicarme que entre detrás suyo. No sabía qué hacer así que solo opté por hacerle caso y entrar. ¿No debería de tener un poco más de desconfianza de un extraño como yo? 

Aunque bueno, yo también debería de hacerme esa pregunta porque estoy entrando a una casa ajena siguiendo a una mujer que acabo de conocer hace menos de una hora.

No pienso hablarle de esto a mi hermano así que rezaré porque no se entere nunca.

El interior de la casa era bastante modesto, había una sala con un juego de sillones y una mesita de centro frente a una televisión. A unos pasos se encontraban las escaleras al segundo piso y de frente se podía ver una gran barra en lo que parece ser la cocina. Ulani siguió derecho, caminando como si estuviera en su propia casa hasta llegar a la barra donde dejó las bolsas que traía en las manos.

Llevé mi atención a una de las puertas que esta junto a la escalera, está pintada como si fuera una galaxia de una forma bastante hermosa. Siempre me han gustado esas cosas, por eso no pude evitar sentirme hipnotizado por el diseño de esta puerta.

—¿Es bonito verdad? Lo pintó mi nieto hace algunos años y eso que dice que no le gusta hacer estas cosas. Esa es su habitación —giré el rostro encontrándome con los ojos verdes de la anciana—. Vengan a sentarse, prepararé un poco de té.

Tengo una debilidad por las personas mayores, quizá sea porque siempre quise tener abuelos.

Miré al chico lindo que esta dentro de mi bolsillo. Sus hermosos ojos azul marino también me estaban mirando mientras una sonrisa adornaba su pequeño y lindo rostro. Yo también sonreí. Caminé detrás de la anciana —que aparentemente es la señora Brighette— hasta llegar a la cocina. Tomé asiento en uno de los bancos altos que están alrededor de la barra mientras la señora servía agua en una jarra eléctrica y la ponía a calentar.

Microamor [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora