Capítulo 2 - Oportunidades

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María

- María, despierta, llevas dos horas de siesta, ¿No íbamos a ir esta tarde de compras? Le preguntó Clara. Fue idea tuya añadió sonriendo.

La madre de María, estaba esperándola de pie, al lado de la cama de su habitación. Esa tarde, iba vestida con unos vaqueros y un bonito jersey azul cielo y era algo raro en ella, Clara, siempre usaba ropa cómoda, no le gustaba nada "arreglarse" después de trabajar todo el día en la pastelería.

- Mamá, he dormido 1 hora y 45 minutos, ya estás exagerando - le dijo María sonriendo entre bostezos.

- Bueno, es igual, estás en mi cama y hoy toca tarde de chicas la respondió. Así que, ya es hora de levantarse.

Solo había una cosa que María adorase más en el mundo que dormir la siesta en la cama de sus padres y esa era pasar tiempo con su familia.

Así que aún con los ojos medió cerrados, de un salto, se puso en pie dispuesta a pasar la tarde con su madre.

Clara era, a sus ojos, la mejor madre del mundo, dulce, paciente y cariñosa, nunca la había soltado la mano y no sabía cómo agradecérselo, ni siquiera se iba cuando sus demonios hacían su aparición...

María, había pasado toda esa semana trabajando en el gran evento de cine que invadiría la ciudad en dos semanas y ese sábado, había decidido que, por fin, se merecía tiempo para ella, así que después de echarse una de sus épicas siestas, había planeado un paseo al centro comercial con su madre y para rematar el sábado, por la noche, saldría a cenar a un italiano con sus chicas.

25 minutos después de abrir los ojos, ya estaba lista para salir, esa tarde no había tenido tiempo de odiarse al vestirse, era imposible hacerlo teniendo a su madre hablándole sobre su mañana desde la puerta de su habitación, así que se vistió a la velocidad de la luz y de forma casi autómata con su look favorito, pitillos, jersey, botines altos y un moño bajo.

- ¡Adiós chicos, portaos bien! gritaron las mientras salían por la puerta mirándose con complicidad.

En su casa, dejaban a Pedro, su hermano pequeño, jugando al ordenador, para no variar y a Fran, su padre, apalancado en el sofá después de una mañana entera preparando turrones, en dos llegaba la Navidad y cada año empezaba antes con la organización de todos los dulces que tenían que vender.

- Venga cuéntame, ¿novedades? - le preguntó Clara con cara de emoción.

Su madre, era una completa cotilla y le encantaba escuchar las historias de María y su grupo de amigas, las tres, desde que eran unas crías, siempre le habían contado todas sus aventuras y aunque ya no las veía cada fin de semana durmiendo en su casa, quería seguir sabiendo cómo iban sus vidas.

María, al escucharla, empezó a relatar las últimas historias de Sara y Lola, no tenían desperdicio, parecían dramas recién salidos de una telenovela y entre risas, agarradas del brazo, llegaron al centro comercial.

Al llegar, Clara le lanzó la pregunta que no podía resistirse a hacer.

- ¿Y tú qué cariño? - le preguntó intentando ocultar la preocupación que denotaba su voz.

- Yo bien mamá, vivo contigo, sabes que estoy bien - le respondió a su madre intentando enfatizar la palabra bien.

- Ya, pero... - empezó Clara.

- No mamá, no empieces, estoy bien y punto - le cortó y para suavizarlo añadió - liada con el trabajo, entrenando mucho y deseando escaparme unos días a la montaña, para desconectar.

Clara estaba preocupada, su preciosa hija, que después de años, estaba aprendiendo a volver a quererse, no se vinculaba más allá de quince minutos con nadie que no fuese de su círculo y ella sabía que la vida está más allá de esa zona de confort. Pero no quiso presionarla más o sabía que cerraría en banda.

Llévame a la luna y abrázame en el caosWhere stories live. Discover now