Capítulo 1 - Y los sueños, sueños son. O no...

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María

- Un empujón más y estará aquí.

- Sigue cariño, lo estás haciendo genial.

De repente una extraña calma invadió a María. Esa voz la hizo sentir segura, en casa.

En un momento así, escuchar su voz hizo que el agotamiento desapareciera, que en ese instante sólo importase empujar una vez más y poder escuchar el llanto de su pequeña abriéndose paso a la vida.

- Aquí está, es preciosa - dijo la matrona con emoción.

El llanto de un bebé llenó la habitación del hospital y unos ojos azules se clavaron en María, unos ojos cristalinos que la observaban con orgullo y admiración.

Pi, pi, pi.

Dios, la puñetera alarma.

María no había dormido prácticamente nada, había soñado con ser madre. ¿En serio? ¿Madre? ¿Ella?

Siempre había considerado a los bebés unos pequeños monstruos que hacen pis.

Pero ese sueño había sido diferente, no era la bebe preciosa lo que la tenía inquieta, sino el recuerdo de unos ojos cristalinos que la hicieron sentir en calma, incluso horas después de despertar.

-Donde siempre, a las 11, tengo noticias frescas.

María recibió el WhatsApp de Sara justo antes de abrir el armario para decidir qué ponerse. Ese momento era una tortura, era una de las partes más difíciles del día. Tenía que enfrentarse a sí misma y obligarse a vestirse, pero extrañamente, ese martes, le costó un poco menos.

Seguía invadida por la calma que le habían dado los ojos azules de su sueño.

Es más, se sentía guapa, tanto, que decidió dejar su melena castaña suelta, pintarse los labios en un tono nude y apostar por unos botines de tacón, a juego con el bolso que le había regalado su madre un par de semanas atrás.

- Fiu, fiu, ¿Celebramos algo? - le preguntó Lola en cuanto giró la esquina. Su amiga estaba sentada en la terraza de su cafetería favorita.

Aunque era pequeña y no especialmente glamurosa, ella adoraba ese lugar.

El olor a buen café recién hecho, para ella, no tenía precio.

Lola, para no variar, llevaba puestos sus leggings deportivos de siempre, su melena azabache recogida en una coleta deshecha y una sudadera que tenía como mínimo 5 años.

Cada vez que María la veía con esa sudadera, recordaba la Navidad en la que se la regalaron con tanta ilusión.

Cómo pasan los años pensó al verla.

- Qué va idiota, es que hoy me he levantado con el guapo subido le respondió. ¿Dónde está Sara? - le preguntó poniendo cara de falso enfado.

Ambas sabían que Sara llegaría tarde, su amiga siempre llegaba tarde, tardaba como mínimo dos horas en arreglarse, eso sí, siempre iba perfecta, su media melena rubia perfectamente ondulada con las planchas, su maquillaje digno de una pasarela y su ropa, perfectamente conjuntada, como no podía ser de otra manera, siendo esta la nueva editora de moda de una conocida revista.

- ¡Aquí está la reina! -  gritaron al unísono María y Lola al ver aparecer a Sara.

Entre carcajadas pidieron tres cafés, cortos de café, dos de sacarina y con espuma. Era una aventura pedir un café así de especial, menos mal que Elisa, la camarera, que ya las conocía, sabía de sobra lo que iban a pedir.

La espuma para María era innegociable y sus amigas que sabían que la adoraba, le dejaban comer a cucharadas la de sus respectivos cafés.

Era casi una tradición.

Llévame a la luna y abrázame en el caosWhere stories live. Discover now