capitulo 44

1K 23 1
                                    

Un rayo de sol se coló por la cortina dándonos la bienvenida a un nuevo día.  Nicola se estiró sobre la cama y acomodó uno de sus brazos sobre mi cara. Bufando, lo quité y me di la vuelta para no tener que soportar el sol sobre mi rostro. Nicola, se removió entre las sábanas y tomó mi cintura para pegarme a él.

- Buenos días.- Susurró en mi oído y segundos después depositó un beso en mi cuello.
- Buenos días.- Contesté, aún con los ojos cerrados.
- No quiero levantarme.- Se quejó mientras sus dedos brindaban caricias sobre la piel de mi pierna.- Quiero estar aquí todo el día, así, sin movernos un centímetro.- Murmuró y bostezó. Sonreí.
- ¿No piensas desayunar, almorzar, tomar la media tarde o cenar?
- Tengo mis maneras de saciar el hambre.- Dijo y largó una tierna carcajada.
- Cállate.- Dije y reí.
- ¿Has visto alguna vez una erección matutina?- Preguntó. Eran recién las diez de la mañana y yo ya estaba sonrojada.
- Duérmete, Nicola.- Dije y reí. Se pegó más a mi.- Vas a obligarme a enterrarte mi codo en tu panza.- Dije. Rió.
- Malévola.- Dijo y besó mi cuello nuevamente.- No has dado respuesta a mi pregunta.- Dijo y siguió con sus besos.
- No, Nicola.- Dije y mordí mi labio inferior.
- ¿Tienes los ojos abiertos?- Preguntó.
- No, ¿eso viene al caso?- Pregunté riendo.
- No.- Rió.- Solo quería saber.- Añadió luego.- ¿Sabes?- Bajó su tono de voz y habló a mi oído.- Amaría despertar todas las mañanas así.

Mi corazón dio un vuelco y sentí como mi respiración se aceleraba. Capaz era una manera de demostrarme que algo sentía por mí, que algún día podríamos llegar a ser más que una pareja forzada al casamiento.

- Eso fue tierno.- Dije y abrí los ojos.

Di la vuelta entre sus brazos y quedé de frente a él. Su pelo desordenado le daba un toque hermoso a su perfecto rostro y sus labios humedecidos por su propia saliva, invitaban a darle un beso.

- Ahora si te veo.- Sonrió.
- Veo que estas de buenas, Porcella.- Dije. Rió y volvió a rodearme con sus brazos.- De muy buenas.- Añadí.
- Si, se llaman ataques de ternura.- Dijo. Sonreí.- ¿A ti también te dan?- Preguntó.
- No lo sé.- Dije y reí.- Me gusta que estés así.
- Me suena extraño.- Sonrió. Asentí.- ¿Quieres que salgamos a desayunar?- Preguntó.
- ¿No querías quedarte en la cama todo el día?- Pregunté. Rió.
- Si tú quieres.- Dijo. Reí.- De todas maneras, yo quería otra cosa.- Dijo haciendo morros. Reí.
- ¿Y qué quieres?- Pregunté. Arqueó una ceja.- No respondas, cerdo.- Añadí causando una pequeña risa de su parte.
- Desayunemos.- Dijo y besó mis labios.- Ya, en serio me ha dado hambre y serás tú la que deberás sufrir las consecuencias.- Sonrió. Se puso de pie y estiró sus brazos.
- Tengo una pregunta.- Dije. Me observó y se frotó los ojos.- ¿Siempre piensas en lo mismo?
- Desde que te vi.- Sonrió.- Hey, vamos a ti también te gusta.- Dijo y arqueó una ceja.- La has pasado de lo mejor el otro día.- Rió.- ¿Entonces quieres que pida el desayuno a la habitación en vez de ir a desayunar juntos por las calles de Paris?
- Okei, salgamos a desayunar.- Dije y me puse de pie. Me sacó la lengua.- Muérete, Porcella.
- Vamos, enciérrate en el baño y luego ven a la cama, aquí te espero.- Dijo haciéndome burla.- Hey, me ha gustado que te aparecieras así, anoche.- Sonrió.
- Cállate.- Le dije y reí.- Me quedé dormida en el jacuzzi y luego moría de frío.- Expliqué. Rió.
- He conocido personas anormales, pero tú, te pasas.- Carcajeó.- Nunca supe de alguien que se quedara dormido en el jacuzzi.- Alzó los ojos al techo.- Dios, dime que no es un alienígena.
- Tienes problemas, Nicola.- Dije y le tiré un almohadón.
- Oh, Angie. Estas jugando con fuego.- Arqueó una ceja.- ¡Me has tirado un almohadón!- Gritó y me lo devolvió, tirándolo a mi cara.
- Dime, ¿qué te estas ocurriendo?
- Me gusta llevarme bien contigo pero cuando me tiras un almohadón, sufres las consecuencias.- Dijo y esta vez me tiró una almohada.- Vamos, quieres guerra, guerra tendrás.- Gritó y se subió a la cama.
-¡Nicola!- Le grité mientras reía.- ¿Estas borracho?- Pregunté. Negó con la cabeza y comenzó a saltar como niño pequeño.
- Ven aquí, trae el almohadón y juguemos.- Gritó impulsando sus pies para llegar más alto. Reí y le tiré el almohadón.- Sube.- Me tendió su mano invitándome a saltar con él.
- ¿Sabes que si dañamos algo luego tienes que pagar?- Pregunté tomando su mano y tiró de ella para subirme.
- Claro que si.- Sonrió.- En México he tenido que pagar un florero.- Dijo y rió. Reí junto a él.- Ya no quiero desayunar.- Dijo y me tomó de la cintura.
- Yo si.- Dije. Rió.- ¿Seguro estas bien?
- Mejor que nunca.- Dijo y comenzó a saltar.- Vamos, salta, vas a caerte.- Rió.

la bella y la bestia (adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora