- Puede besar a la novia.- Concluyó el sacerdote.

Nicola, mi esposo, se acercó lentamente a mis labios y así nos fundimos en un tierno beso. Suaves, cálidos y adictivos, la manera perfecta de describir sus labios. Gracias a Dios me sentía ya menos nerviosa.

Arroz volando sobre nosotros dos, pétalos de rosa brincando en el aire, Nicola riendo y mi corazón latiendo a mil por hora. Fiorella y Antonio, se habían acercado muy atentamente a saludarnos, al igual que el resto de la familia de Nicola.
La poca gente que pude reconocer, eran los padres de Nicola, Ariana, Andrea, Francesca, Patricio, Rafael y su novia, a la cual no le recordaba el nombre, las tres chicas que me habían servido de compañía hoy y Melissa, quien sonreía al ver a Nicola feliz.

- Vamos, ven aquí.- Me dijo quitándome del tumulto de gente.- Quiero estar contigo.- Añadió y tiró de brazo para entrar en la casa.

Estaba vacía, sin ruidos, todo lo que se escuchaba provenía de la fiesta, afuera.

- ¿Estas bien?- Preguntó tomándome de la cintura mientras se tiraba en el sillón.
- Claro que si.- Me dejé caer junto con él.- ¿Tú?
- Muy bien.- Sonrió.- ¿Has visto a Macarena?
- No.- Respondí con sinceridad.
- ¿Es en serio?- Me preguntó enarcando una ceja.
- Es en serio.- Dije en tono burlón. Rió.
- Castaña, de baja estatura, ojos celestes.- La describió brevemente.
- Oh, la nena de vestido rosado.- Pregunté. Asintió.- Es adorable.
- Lo sé.- Dijo sonriente.
- Que baboso eres con tu hermana.- Reí.
- ¿Me das un beso?- Preguntó cambiando radicalmente el tema.
- No, gracias.- Me puse de pie.
- Hey, quiero uno, de verdad.- Dijo y se puso de pie al igual que yo.
- Vamos afuera, no es correcto que los novios desaparezcan.- Comencé a caminar hacia afuera.
- Tampoco es correcto que me niegues un beso y sin embargo lo estás haciendo.- Se quejó mientras me seguía.

Reí ante sus palabras y seguí con mi paso hasta abrir las puertas hacia el jardín y salí.

La noche comenzaba a caer sobre el lugar y con ella llegaban las estrellas, brillantes y solitarias sobre el cielo. La brisa otoñal daba un escalofrío al recorrer nuestros descubiertos brazos y fue por eso que decidimos entrar a la carpa preparada con las mesas y la cena.

- Nosotros vamos en aquella.- Me dijo Nicola tomando mi mano para dirigirme hacía nuestra larga y decorada mesa.
- Hay tanta gente que no conozco.- Admití al oído de Nicola.
- Ya va a haber tiempo de presentártelos.- Me sonrió.

Los meseros comenzaron a recorrer el enorme salón improvisado en el jardín de nuestra casa. Acomodaron cada plato al frente de cada uno de los invitados y con una amigable sonrisa se retiraron para ir a terminar su labor y luego servir el postre.
El lugar a mi lado, lo ocupó una mujer de avanzada edad y cabello grisáceo. Como me habían dicho, supe que era la abuela de Nicola. De unos ochenta y tantos años, la mujer seguía alegremente y muy feliz en la boda de su nieto.

- Te ves muy joven.- Sonrió.- Pero para el amor no hay edad.- Dijo la mujer que incomodaba a Nicola.- ¿Eres hija única?- Me interrogó.
- Si.- Sonreí.
- Oh, yo también era hija única.- Sonrió y se metió un pedazo de carne a la boca.
- No la escuches.- Me dijo Nicola al oído. Reí.- Esta medio perdida, ya luego comenzara a hablar cualquier cosa.
- Mi gato era marrón, pero luego se puso celeste, no tengo idea por qué.- Dijo haciendo reír a la madre de Nicola. Comprendí de lo que mi esposo hablaba.
- Eso es una lástima, abuela.- Le dijo Nicola.- Termina tu comida que luego debes bailar.
- Oh, eso es increíble.- Dijo emocionada.- ¿Bailaremos la polka?- Preguntó felizmente. Macarena y su otro hermano, rieron.
- No seas maleducada Macarena.- La regañó su padre.
- No ha sido su culpa.- La defendió Nicola.- Francesco, ya basta.- Regañó al más pequeño.

El más castaño de los Porcella, Francesco, se acomodó derecho sobre su silla y siguió con la comida. Macarena le dedico una mirada cómplice y este sonrió. Nicola los miró severamente y se quedaron callados.

la bella y la bestia (adaptada)Where stories live. Discover now