- ¿Puedes?
- Si, puedo. No necesito tu ayuda.- Le dije enojada.

Nicola asintió y tomó su única maleta, la cual comenzó a rodar con facilidad. Yo con tres maletas y más pesadas que un elefante. Tomé una y acomodé mi bolso bien sobre mi hombro, tomé otra e intenté tomar la otra pero dio una vuelta y calló sobre el pavimento. Refunfuñé y miré hacia adelante, donde estaba Nicola caminando mientras su maleta rodaba tras él.

- Estúpida maleta.- Le pegué una patada. La acomodé y me senté sobre ella.

Dos minutos después Nicola estaba al lado mío y me estaba mirando como si yo fuera un bicho raro.

- ¿Qué tanto vez?- Le dije enojada. Rió.
- ¿Sigues pensando que no necesitas mi ayuda?- Preguntó arqueando una ceja. Bajé la mirada.- Vamos, levántate de ahí y dame eso.- Dijo dándome la mano para que me pusiera de pie.- Tú lleva la mía y una de las tuyas, la mía está más liviana.- Me aconsejó.- Yo llevaré las dos restantes.- Me explicó. Asentí.- Angie, un favor.
- ¿Qué?
- Cambia esa cara.- Me dijo. Me di la media vuelta y tomé una de sus maletas junto con la mía. Nicola comenzó a caminar delante mío y pronto me puse a la par de él.- ¿Qué rayos llevas aquí?- Preguntó. Reí.
- Tú culpa.- Le dije.- Me compraste más ropa de lo que usualmente uso.- Reí. Negó con la cabeza sabiendo que una mujer no tiene remedio frente a las tiendas de ropa.
- Recuérdame no volver a sacarte de compras.
- No te aseguro nada.- Le dije cuando salíamos del aeropuerto.
- ¿Por qué nos llevamos tan mal si de verdad podemos llevarnos muy bien?- Preguntó.
-¡Que se yo!- Exclamé levantando los hombros. Me sonrió.

Pronto el chofer de Nicola se situaba frente al aeropuerto y nos ayudó con las maletas. Nos montamos en el automóvil y en menos de diez minutos estábamos en la casa de Nicola. Baje antes que él y recogí su maleta y una de las mías, como antes habíamos hecho. Él, pobre, tuvo que recoger las dos maletas mías y así subir las escaleras.

- Llévala a mi habitación, por favor.- Me dijo. Asentí y dejé la mía en el pasillo para luego buscarla. Entré en su habitación, perfectamente arreglada y deje su maleta frente a su cama.
- Listo.- Dije al salir y vi que él venía desde mi habitación.
- Gracias. No sé cuántos días tardaras para ordenar toda esa ropa.- Rió.- ¿Crees que necesitaras otro armario?- Reí y le di un leve golpe en el hombro.
- Cierra la boca, útil para nada.- Reí.
- ¿Mi boca? ¿Inútil?- Dijo y rió.- No sabes lo que se hacer con mi boca, cariño.- Sonrió con picardía y me tomó de la cintura.
- Bueno, bueno.- Dije apartándolo de mí.- Te aseguro que prefiero no saberlo.
- Por ahora, ¿verdad?
- Por ahora...- Dije y me sonrió.- Y por siempre.
- Hey...- Reprochó.- Podemos almorzar y luego pasar por la casa de Lou. ¿Qué dices?
- Que prefiero dormir una larga siesta.- Le dije y me solté de su agarré.- Ve con él, yo me quedaré aquí.
- Aguafiestas.- Me dijo. Di media vuelta y tomé mi maleta.- Vamos, te prometo que la pasaremos bien.
- Mañana Nicola.- Le dije caminando hacía mi habitación.- Hoy estoy cansada.- Añadí.
- Okei, de todas maneras, te cuento que no podrás dormir en tu habitación, por lo menos, por hoy.- Me dijo. No comprendí.
- ¿Por qué?
- Ya lo veras nena.- Me sonrió.- Luego baja a almorzar.
- Okei.- Dije viendo como él bajaba por la escalera.

Empujé la puerta de mi habitación para entrar y vi mis dos maletas al medio de la habitación, todo cubierto por un plástico transparente y los muebles no estaban. Estaban pintando la habitación. Di un golpe sobre la madera del suelo y pegué un grito. Acababa de comprender a que se refería Nicola.

- Ven aquí.- Le grité desde arriba.
- Baja tú.- Me gritó.- Estoy ocupado.
- ¿Haciendo que?- Volví a gritar.
- Baja y veras, no voy a seguir gritando.- Me gritó por última vez.
- Ven aquí Nicola.- Insistí.- De verdad.- Grité otra vez.- Nicola es en serio.- Dejé la maleta fuera de la habitación y corrí escaleras abajo.

la bella y la bestia (adaptada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora