viii.

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Capítulo Octavo
-Risas inusuales-
🌸

HABÍA ALGO QUE TODOS en el bucle estaban comenzando a notar, algo que era obvio tanto para niños como para grandes, y mucho menos había logrado burlar la aguda mirada de la Señorita Peregrine.

Al principio era algo sutil, casi invisible. Una sonrisa por aquí, un suspiro por allá. Nadie sospechaba nada cuando esos gestos venían de parte de _____, pero a todos les pareció el fin del mundo cuando ahora venían de parte de Enoch.

Había comenzado un día normal a la hora del almuerzo. El sonido de los cubiertos chocando con la loza era lo único que podía escucharse además de las risillas ocasionales de los niños que escuchaban atentamente a las experiencias que ______ les contaba de cuanto estaba en su época.

-Entonces estaba en el concierto de Frank Sinatra, todos estábamos muy emocionados porque era la primera vez que venía a mi ciudad- contaba la chica, todos le ponían especial atención -Pero la chica sentada al lado mío estaba mucho más que emocionada, estaba histérica. Hubo un momento en que Frank guiñó su ojo en nuestra dirección, y ella gritó tan fuerte que se desmayó. Me preocupé mucho, tuve que pedir que alguien le trajera un vaso con agua. Claro que muchos otros entraron en pánico cuando de repente había comenzado a nevar en pleno verano- rió levemente, recordando la absurda ocurrencia.

Los niños rieron animadamente, Miss Peregrine bajo la mirada y sonrió mientras cortaba su bistec, y fue entonces que Enoch soltó una risilla.

Una risilla. Enoch O'Connor. Había reído. ______ lo había hecho reír. Había cubierto sus labios con su mano para que no se le notara la sutil sonrisa que adornaba sus facciones, pero había resultado imposible ocultarlo.

El comedor cayó en un súbito silencio de muerte, y ya ni siquiera se escuchaba el zumbido de las abejas de Hugh.

-¿Acaba de reírse?- el susurro de Fiona hacia Horace interrumpió el ambiente tan callado. Horace asintió levemente, llevándose una servilleta a la comisura de sus labios.

-¿Estás bien, Enoch?- cuestionó Olive.

-¿Por qué no lo estaría?- cuestionó Enoch, lo que le quedaba de su bonita sonrisa se desvaneció por completo y la intercambió por un ceño fruncido.

-Acabas de reírte- aclaró la pelirroja.

-Claro que no.

-Lo hiciste- reiteró Horace, su presumida sonrisa de sabe-lo-todo acompañó el levantar de sus cejas al poder molestar al mayor con algo.

Enoch rodó sus ojos, y dejando sus cubiertos caer en el plato, provocando un sonido chirriante y algo irritante, se levantó de su silla y se fue a su habitación, ignorando por completo las exhortaciones de Miss Peregrine. El silencio incómodo regresó a la mesa, nadie se atrevía a hablar.

-Yo...- comenzó _____, su voz sonando rasposa al estar insegura de su hablar o no -Lo siento mucho, no pensé que se pondría así.

-No pasa nada, linda- aseguró Peregrine -Enoch todavía tiene que aprender que la risa no es razón de vergüenza.

-Jamás lo admitirá en frente tuyo, pero le agradas- notó Claire, sus rizos rebotaron cuando asintió con su cabeza -Antes de que llegaras jamás lo había visto siquiera sonreír. Ni siquiera sabía que era capaz de sonreír.

-Ay, el amor- suspiró Horace de manera dramática, llevándose una mano al pecho y haciendo a los demás reír.

______ no dijo nada más, durante el resto de la comida sus labios solamente se abrieron para recibir la cuchara que la alimentaba, pero la delataba con facilidad la sonrisa triunfal que se había apoderado de ella, acompañada siempre de un leve rubor rosado en sus mejillas.

 𝙴𝚕 𝙷𝚘𝚐𝚊𝚛 𝚍𝚎 𝙼𝚒𝚜𝚜 𝙿𝚎𝚛𝚎𝚐𝚛𝚒𝚗𝚎 𝚙𝚊𝚛𝚊 𝙽𝚒ñ𝚘𝚜 𝙿𝚎𝚌𝚞𝚕𝚒𝚊𝚛𝚎𝚜 || 𝔈𝔫𝔬𝔠𝔥 𝔒'ℭ𝔬𝔫𝔫𝔬𝔯Where stories live. Discover now