𝘰𝘵𝘳𝘰 𝘤𝘢𝘮𝘪𝘯𝘰

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Al llegar a casa, Jaemin no encontró a nadie en ella, revisó su teléfono -el cual no había visto desde que había salido a la casa de sus padres- y se encontró con un mensaje de Jisung, diciéndole que iba a quedarse en casa se Chenle, lo de siempre. Jeno, seguramente, no tardaba de volver del trabajo.

Jaemin sabía perfectamente que debía disculparse y hablar bien las cosas, había sido egoísta de su parte, pensar solo en él, sin tomar en cuenta los sentimientos de su esposo, para luego, no dirigirle del todo la palabra.

El rubio entró a su habitación y buscó algo de ropa, sentía su cuerpo algo tenso y pesado, y lo que mejor le iba a asentar, era una ducha con agua tibia, así que, lo hizo.

Estuvo unos largos minutos parado bajo la lluvia artificial, dejando que el agua cayera en su cabeza y, posteriormente, en sus hombros. Al salir de la ducha, envuelto en su bata de baño, pudo escuchar, a lo lejos, el ruido de la puerta de la entrada.

—¡Jisung, ya llegué! —gritó el pelinegro al aire.

En el cuarto, Jaemin se quedó anclado en el marco de la puerta del baño, sin saber cómo reaccionar, limitándose a escuchar los pasos de su esposo por el pasillo.

—Jisung, contesta.

Jeno frenó en seco en la entrada de su habitación, mirando a su esposo, quieto en el otro extremo del lugar.

—Jae —soltó, casi con sorpresa.

El rubio no supo qué hacer, más que correr hasta su esposo y enrollarlo con sus brazos y perderse en el espacio libre de su cuello, inhalando esa colonia que tanto adoraba.

—Lo siento tanto, Jeno.

Jeno seguía sin responder, extrañado ante la acción de su esposo, pero aun así, correspondió el abrazo, había extrañado el sentirle así de cerca y entre sus brazos.

—Perdóname por lo que llegué a decir y perdón por haber sido tan insensible contigo, no tenías la culpa, solo estabas preocupado por mí —el menor no pudo contener las lágrimas, estaba liberándose, por lo que se aferró con más fuerza a la anatomía de su pareja.

—Tranquilo, cariño. Está bien.

El menor se separó un poco para mirar a los ojos a Jeno.

—No, Jen, no está bien, en todo este tiempo estuve pensando solo en mí —tragó con dificultad, el nudo en su garganta se lo complicaba—. Hablé con mi madre y me contó todo. De verdad, lo siento tanto.

Jaemin no pudo controlar sus sollozos y volvió a aferrarse a Jeno, dejándose consolar por sus brazos y sus caricias.

—Está bien, Jae, te perdono. Ya no te sientas mal, ¿sí?

El mayor tomó el rostro de su esposo y secó sus lágrimas, sonriendo al ver lo hermoso que este era, incluso si se encontraba llorando. Depositó un dulce beso en sus labios, sintiéndose como en el mismísimo cielo, realmente había extrañado cada mínimo contacto con Jaemin.

—¿Podemos acostarnos? —inquirió el menor, sorbiendo su nariz—. Solo quiero estar junto a ti, un rato más.

—Claro, amor.

A Jeno no le importó estar todavía con la ropa de su trabajo, y al menor tampoco le importó estar solo en bata, juntos se acostaron en la gran cama, abrazados y sin decir más palabras.

Era lo que necesitaban, la presencia y el contacto del otro, desde que eran amigos, jamás se habían peleado o distanciado de esa manera.

—Jen, de ahora en adelante, no quiero que te guardes nada, no tienes que fingir ser fuerte todo el tiempo —el menor rompió el silencio, girando su cabeza y mirando a los ojos al mayor—. Y te prometo, que dejaré de ver solo por mí, de ahora en adelante, pensaré únicamente en nuestra familia.

𝘛𝘩𝘦 𝘊𝘶𝘳𝘪𝘰𝘶𝘴 𝘉𝘢𝘣𝘺 ─ 𝙉𝙊𝙈𝙄𝙉Where stories live. Discover now