26. DOLOROSAS EXPLICACIONES

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¿Está terminando conmigo? Él... ¿en verdad me está dejando?

—¿Qué? —cuestiono en voz, débil, apenas audible, y esa sola palabra sale rota.

—Tal vez el tiempo que estés con tu padre te sirva, y a mí también, para pensar en ti, en nosotros, en ustedes. En lo que quieres de verdad. En lo que te hace sentir mejor. No creo que sea justo para ti estar conmigo si quieres a alguien más. Y no es justo para mí estar con alguien que no me quiere.

—Yo no lo quiero —sollozo.

Siento como si estuvieran apretando mis pulmones. Me falta el aire y me duele el interior. No puedo perderlo por un malentendido. No quiero perderlo. Yo lo quiero demasiado. Yo... me atrevo a decir que, en este corto tiempo a su lado, he llegado a amarlo.

—Dices eso pero tus acciones demuestran otra cosa —explica en voz baja—. Creo que no voy a poder sacar de mi mente la forma en que lo veías y... —Desvía la mirada una vez más hacia sus pies y encoge los hombros.

—Asier...

—La manera en que dejaste que sostuviera tu mano... No te apartaste, Nai. No parecías tener la intención de hacerlo. ¿Y si se hubiera acercado a besarte?

—No se lo habría permitido —digo sin vacilar.

—Quién sabe.

Mira hacia la puerta detrás de mí y luego se fija en mis ojos. Puedo notar que están ligeramente enrojecidos y eso me parte el corazón.

—Nos vemos luego —murmura dando un paso hacia atrás y soltando mi mano—. Adiós, Nai. Cuídate.

—No te vayas —suplico sintiendo que más lágrimas corren por mi rostro—. Hay que hablar. Arreglemos esto, no me dejes.

Mis palabras apenas son entendibles por la fuerza con que comienzo a llorar.

¡Maldito Diego! ¿Acaso no podía dejarme en paz cuando se lo pedí?

—Primero piensa, ¿sí? Date un tiempo para ti misma, descansa y, si decides que soy yo a quien quieres, entonces hablamos. Voy a estar aquí. Siempre he estado aquí.

Se acerca a besar mi mejilla y entonces se retira dejando ver sus pestañas húmedas.

—Te quiero —le digo.

Él sonríe con tristeza pero no responde. Solo se aleja de mí y sube a su auto, entonces se va dejándome sola y devastada.

Siento que puedo derrumbarme ahí mismo, en el patio, sin importarme que los demás me vean. De hecho me dejo caer sobre mis rodillas en el césped y entierro mi cara en mis manos. Me siento tan débil en este momento. Lo que más me duele es haberlo lastimado. Asier es el mejor chico que he conocido, con el que he estado, tan dulce, tierno... Tan perfecto.

Y yo acabo de ver cómo se le partía el corazón.

Me odio. Dios, me odio tanto...

Escucho que la puerta principal de abre y luego unos pasos de acercan a mí con rapidez.

—¿Qué pasa, Nai?

Es Kea. Comienzo a sacudir mi cabeza. No puedo hablar, los sollozos no me lo permiten, el dolor no me lo permite. Sigo sacudiendo mi cabeza de un lado a otro hasta que mi amiga me ayuda a ponerme de pie y a entrar a la casa.

Me lleva a mi habitación y me ayuda a sentarme sobre la cama, y entonces espera a que mis lágrimas cesen. Se queda a mi lado frotando mi espalda, consolándome sin saber la razón, a pesar de que ella también está destrozada.

Vaya par de amigas que somos.

Tras algunos minutos logro recomponerme y carraspeo sintiendo vergüenza.

—Lo siento —susurro, lo que la hace soltar una risa.

—No te disculpes, Nai. Ahora... ¿me vas a decir qué pasó?

La miro a los ojos y noto la preocupación en ellos. Vacilo durante un pequeño momento, pero entonces se lo cuento.

Y vuelvo a romperme.

Pero ella me sostiene.

No sé qué haría sin mi mejor amiga.

***

A la mañana siguiente me despierto y sacudo el hombro de Kea. Nos quedamos viendo películas hasta muy tarde. Tontas películas románticas que nos hicieron llorar aún más y lamentarnos por ser tan tontas. Por desgracia fue día entre semana y hoy hay clases.

Camino hacia el baño suspirando y me miro en el espejo. Me veo horrible con los ojos tan hinchados. Mi barbilla tiembla con el recuerdo del día anterior y entonces desvío la mirada, me desnudo y entro a la ducha.

Cuando salgo, Kea está esperándome. Camino hacia mi habitación, me visto y entonces espero a que mi amiga termine de arreglarse. La bocina de la camioneta nos alerta de que Diego ha llegado por nosotras. Bajamos las escaleras, cruzamos el patio y entonces subimos al vehículo.

Ni siquiera le doy una mirada.

—Buenos días, florecita —me saluda con ese tono que me hace enfurecer.

No respondo. Solo mantengo mi vista en el paisaje por fuera de la ventana.

—Déjala en paz —escucho que dice Kea. Se le nota molesta.

—¿Y ahora qué...?

Interrumpe su pregunta y solo puedo imaginar a mi amiga dándole una mirada de advertencia. El resto del trayecto transcurre en silencio y por fin llegamos a la escuela, al último lugar donde quiero estar.

Abro la puerta trasera para salir de ahí, pero entonces una mano rodea mi muñeca.

—¿Nai?

Giro el rostro y miro su agarre sobre mí, luego elevo los ojos y me encuentro con su mirada preocupada.

—No quiero volver a verte. Nunca. Lo digo muy en serio.

Mi voz suena calmada. No hay furia en ella lo que hace a Diego darse cuenta de que esto va de verdad.

—¿Te he metido en problemas? —pregunta curioso.

Me deshago de su sujeción y sacudo la cabeza.

—No te interesa, no te metas.

Entonces cierro la puerta y me alejo en dirección a la entrada principal, donde Kea está esperándome. Tomo una profunda respiración y me digo que todo va a ir bien, pero entonces lo veo.

Y no está solo.


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Amor de libro [ADL #1] -PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO ✔Where stories live. Discover now