17. PERDIENDO LA TIMIDEZ

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Sí, lo hago, yo creo
Que un día estaré donde estaba.
Justo ahí, justo a tu lado.
Y es difícil, los días parecen tan oscuros.
La luna, las estrellas no son nada sin ti.
***


ASIER

El par de horas que siguen nos quedamos ahí en la escuela, solo escuchando al silencio ser roto por los autos que pasan ocasionalmente. Permanecemos sentados en el césped con las manos entrelazadas y hablando sobre cosas triviales, algunas cosas sin importancia y otras más valiosas.

Ella me cuenta que quiere viajar a Italia y yo le cuento que no sé nadar. Ella me cuenta cómo es que le tiene fobia a las llamas y yo le cuento acerca de mi desagrado por el ketchup. Ella me cuenta sobre su alergia al brócoli y yo de mi fascinación por los planetas. Miedos, gustos, alergias, hobbies, sueños... Todo nos lo contamos en ese momento y ahora siento que la conozco mucho mejor y, extrañamente, eso hace que me guste más.

—Por lo general soy calmada y reservada, incluso algo tímida, pero existen personas que me hacen enojar tan fácil —explica—. Es como... si no fuera yo. Exploto y me vuelvo una chica desagradable. Mi carácter dócil se esfuma y deja en su lugar a una chica iracunda con ganas de morder a alguien.

La miro mientras me cuenta eso y veo cómo arruga su nariz y muestra sus dientes en un gesto que la hace lucir tierna. Hermosa.

—Espero no ser uno de esos —susurro fingiendo miedo. Ella despega la vista desde donde está arrancado césped y me sonríe.

—No lo creo. Tú me tranquilizas —admite, su cara volviéndose roja.

—¿Y eso es bueno?

—Mucho.

Sonrío por su respuesta y me inclino a besar sus labios una vez más. Creo que me he vuelto adicto. Presiono mi boca sobre la suya en un suave gesto y ella sonríe contra mis labios.

—¿Sabes? —musito—. Estoy empezando a creer que mis besos te dan risa. Cada vez que te beso sonríes. ¿Hago algo mal?

Una débil carcajada brota de su pecho al tiempo que sacude la cabeza en una negativa.

—Tus besos no me dan risa. Me hacen feliz, que es diferente.

Vuelvo a entrelazar nuestros dedos y la atraigo hacia mí, hasta que su espalda queda presionada con mi costado y mi brazo cuelga alrededor de sus hombros. Beso su sien y dejo mis labios ahí un momento, la timidez haciéndose a un lado.

—Nunca pensé que me fueras a hacer caso —confieso—. Según yo ni siquiera sabías que existía.

Inclina su rostro de lado y me mira fijamente.

—Estás bromeando, ¿no? —Sacudo la cabeza y ella resopla—. Yo pensaba exactamente lo mismo. Me sentía invisible cuando pasaba a tu lado y tú ni siquiera me mirabas.

—Pensaba que, si te veía a los ojos, te darías cuenta de lo mucho que me gustabas, y... Tú sabes, tenía miedo.

—Pues ya ves que no fue así. Nuestros amigos tuvieron que intervenir. Eso fue lo que pasó en el billar, ¿no?

Hago memoria de ese día y recuerdo los actos y palabras de Fidel cuando llegué a «salvar» a Naira.

—Creo que nos dieron un pequeño empujón.

Percibo que mueve su cabeza en un asentimiento y nos quedamos una vez más en silencio. Un ligero aire sopla en nuestra dirección y hace que el aroma frutal del cabello de Nai se impregne en mis fosas nasales.

Amor de libro [ADL #1] -PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora