07. LATIDOS Y ESCALOFRÍOS

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Como un río fluye seguramente al mar
Querida, así es
Algunas cosas están destinadas a suceder.
Toma mi mano
Toma mi vida entera también
Ya que no puedo evitar enamorarme de ti
***


NAIRA

Entramos a la solitaria heladería y ocupo el asiento vacío más cercano. Estoy tan emocionada y nerviosa que siento que las piernas me fallarán en cualquier momento. Mis rodillas tiemblan demasiado y sería demasiado vergonzoso sufrir una caída durante la primera cita que tengo con Asier. Dios, no puedo creerlo.

¡La primera cita!

O es que yo soy una chica y lo tomo como una cita, pero en realidad no es una. Tal vez solo me vio demasiado perdida y se apiado de mí; al fin y al cabo dijo que hubiera rescatado a cualquiera y que era muy notorio lo poco que encajaba en ese lugar. Suspiro de forma leve mientras Asier se sienta frente a mí. Me da una pequeña sonrisa antes de ponerse a estudiar el menú frente a nosotros, y en ese momento me dispongo a estudiar el pequeño local.

Es un lugar con un aire demasiado retro, pero me encanta. Pisos de cuadros blancos con negro, asientos de piel rojos e incluso una rockola en la que suena una versión moderna de Can't help falling in love de Elvis, dando un ambiente relajado y romántico. Tarareo la letra en lo que termino de inspeccionar los alrededores, y luego mi mirada aterriza en Asier quien tiene una sonrisa pintada en los labios.

No puedo evitar enamorarme de ti, dice la canción en un momento.

Yo suspiro.

«Te comprendo a la perfección, Elvis.»

Me pongo a jugar con un mechón de mi cabello tratando de disimular lo triste que me siento de repente. ¿Puedo seguir siendo invisible para él aun cuando somos las únicas dos personas aquí?

Porque eso parece.

Me pierdo mirando por la ventana hacia la calle oscura y desierta, con ocasionales parejas o peatones pasando por ahí, y no me doy cuenta de su mirada clavada en mi perfil hasta que toca mi muñeca con sus dedos. Ese simple contacto, ese ligero roce de sus yemas contra mi brazo, me pone la piel de gallina y acelera mi corazón.

—¿Quieres ordenar? —pregunta con suavidad. Es entonces cuando veo a una señora de pie frente a nosotros con una libreta en mano. Desvío la mirada de nuevo a Asier, quien me sonríe ligeramente, y asiento una vez.

—Lo mismo que vayas a pedir tú —le digo. Asier asiente de regreso y luego le da el pedido a la mujer. Dos malteadas de chocolate y un pedido de nachos con queso.

Cuando nos quedamos solos de nuevo, la canción termina y el silencio vuelve a instalarse entre nosotros. Latch de Sam Smith es su versión acústica comienza a sonar ahora y miro hacia mis dedos en la mesa sintiendo mi piel enrojecer con cada palabra cantada. ¿Qué acaso hoy las canciones están en mi contra?

Me siento tan enamorado,
abrázame con fuerza entre tus brazos.
¿Cómo lo haces?
Me tienes perdiendo cada aliento.
¿Qué me diste para hacer
a mi corazón latir fuera de mi pecho?

Escucho que Asier se aclara la garganta y se apoya en el respaldo de su asiento frente a mí, pero no quito mis ojos de la pequeña mancha marrón sobre la mesa.

—Entonces, Naira. ¿Qué has hecho? —pregunta.

No puedo evitar sonreír ante la pregunta al azar, como si fuéramos dos viejos amigos que no se han visto en mucho tiempo, en lugar de un chico lindo y una chica que está vuelta loca por él.

—Nada importante. Ir a la escuela, cuidar a mi abuela, leer; las mismas cosas de siempre. —Ahora sí me atrevo a mirar su rostro—. ¿Y tú?

—Igual. Escuela, tareas, ayudar en la casa... —Pone los ojos en blanco, me sonríe y por un momento me siento encandilada—. Lo mismo de siempre.

—Sí —río—. Comprendo.

Continuamos conversando solo un poco ya que ambos somos... no tan habladores, y a los minutos llega nuestra comida. Empezamos a picar los nachos, bebemos malteada, hablamos sobre las clases y los maestros tan raros que tenemos, pedimos un helado para cado uno y luego seguimos conversando durante largos minutos; sobre nuestros mejores amigos y cómo es que creemos que planearon que Asier fuera en mi rescate.

—Pero no tiene sentido —digo en voz un poco baja. Limpio el helado derretido de mis dedos sobre la servilleta y tomo otra probada con cuidado de no ensuciar mi ropa.

—De hecho sí. Sabe cómo me siento respecto a... —Duda—. Respecto a tratar así a las mujeres, de manera tan brusca. Sabía que iría a su encuentro.

«Oh».

—Viéndolo así...

—Sí —suspira, pareciendo arrepentido por algo.

No sé por qué me siento tan mal. Quiero decir, estamos en una especie de cita, algo que solo en sueños había pensado que pasaría, y mi humor lo va a arruinar todo. Pero... siento feo por escuchar que es algo que hubiera hecho por cualquier chica, me gustaría ser especial para él, diferente. Única.

Mi celular vibrando en el bolsillo me saca de mis pensamientos deprimentes y lo tomo para leer el mensaje que me envió mi amiga.

Kea: Dónde estás? Es hora de irnos. Mañana tenemos que ir temprano a la escuela.

Miro la hora de mi celular y me sorprendo al ver que van a ser las doce de la noche. Qué rápido se me ha pasado el tiempo a su lado. Me pongo de pie en un brinco y Asier me imita.

Yo: Ya voy. Espérame cinco minutos.

Guardo el celular en mi bolsillo trasero y recojo el bolso de Kea que dejé en el asiento.

—¿Qué pasa? —me cuestiona Asier. Observo su rostro preocupado y niego con la cabeza para que se relaje un poco.

—Nada. Solo... Kea acaba de enviarme un mensaje y pues ya tengo que irme. —Comienzo a rebuscar en mi bolsillo por algo de dinero y cuando lo encuentro lo pongo sobre la mesa sin que Asier se dé cuenta. Sé que si lo hace me lo querrá devolver. Es un caballero después de todo y no me permitiría pagar.

—Oh. Entonces... ¿nos vemos mañana? —Casi puedo decir que el tono de su voz es de decepción, pero escucharlo preguntar si nos veremos al día siguiente aleja cualquier otro cuestionamiento de mi cabeza.

—¿Mañana? —pregunto con voz más aguda de lo que esperaba. ¿En verdad quiere verme? ¿Me está pidiendo que salgamos de nuevo? Me encantaría verlo todos los días a decir verdad. Antes, durante o después de clases, no importa. Con solo verlo soy feliz.

Pero el que me pregunte... hace que la ilusión crezca en mi interior.

—Sí, en la escuela —aclara. Entonces me doy cuenta de lo tonta que he sido.

—Oh —murmuro sintiéndome decepcionada. «Claro que en la escuela, Nai. ¿Qué pensabas?»—. Por supuesto. Tengo que irme ya —digo apurada. Me acerco rápidamente a su lado, me pongo de puntillas y beso su mejilla antes de salir corriendo por la puerta avergonzada por mi atrevimiento.

Camino con paso apresurado unos metros, pero luego retomo mi ritmo normal. Mis labios cosquillean por el breve contacto con su piel y sonrío al recordar su expresión asombrada al retirarme. Giro mi cabeza un poco y lo veo aún dentro del local mirando por la ventana, su mano sobre su mejilla y una enorme sonrisa plantada en su rostro.

Bueno. Tal vez la cita no fue tan mal después de todo.


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