Capítulo 16, Mila vs Chela.

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Una a una, las promesas que le hiciera Danielle en su momento, comenzaron a invadir la mente de Mia de golpe. Recordó sus palabras tiernas, sus carisias, sus besos, y su amor; no podía dar crédito a lo que estaba ocurriendo: su Danielle, el gran y primer amor de su vida, no podía hacerle algo tan horrible como eso. Pero si no era así, entonces ¿Dónde estaba? Ya habían pasado días desde la última vez que la viera, por lo que conociéndola como la conocía en todos esos meses de convivencia, estaba segura de que si se le hubiera presentado algo, Danielle habría hecho hasta lo imposible por hacérselo saber, pero simplemente no estaba, se había esfumado y no sabía nada de ella. La única información con la que contaba era lo que le había dicho Allen, y nuevamente sintió una punzada de dolor y rabia. Le daban unos celos terribles imaginar al amor de su vida regalando esos besos y esas caricias que debían de ser solo para ella. No, simplemente no podía ser cierto, quizás las damas católicas habían encontrado la manera de sacarla del pueblo, pero eso tampoco le reconfortaba en lo más mínimo, pues si había sido así, ¿Qué clase de persona sería su enamorada, si a la primera amenaza huía lejos sin avisar y sin despedirse de ella? No, Danielle no era ninguna cobarde, de eso estaba más que segura. ¿Pero entonces, qué demonios estaba ocurriendo? Se preguntó Mia por millonésima vez mientras caminaba cabizbaja derramando lágrimas amargas. Por un momento se había encaminado para volver a su hogar, pero analizándolo mejor, comprendió que por ahora necesitaba estar sola, así que se dirigió en dirección opuesta, rumbo al pueblo.

Mientras caminaba no prestó atención en nada a su alrededor, solo tenía en la mente aquellos maravillosos recuerdos que le habían cambiado la vida y que la habían hecho tan feliz. ¿Por qué Danielle había llegado a su vida? Acaso fue solo para transformarla, sacarla de la monotonía, hacerla descubrir entre sus brazos lo que es amor y lo que es vivir; pero siendo así, ¿por qué irse entonces? ¿Acaso todo se trató de un cruel juego para ella y nada más? En todo ello seguía pensando, cuando sin percatarse de lo que hacía, llegó en un lento andar hasta el pueblo. Cruzó la parroquia, el mercado de abastos, hasta llegar al parque central. En cuanto lo divisó, se dirigió allí cansada y fatigada; cayó derrotada en una de sus bancas, en donde anteriormente solía sentarse a platicar con su buen amigo Agustín, que tanto extrañaba en esos momentos. Allí, acomodada se quedó un buen rato con la cabeza hacia arriba, observando las blanquecinas nubes, y el pacífico pasar de las aves, que revoloteaban de un lado a otro colocándose en la corteza de los árboles que les servían de refugio. Los cálidos rayos del sol acariciaban su bello rostro canela; Era agradable sentir el aire en sus mejillas, y la calidez del sol penetrando en los poros de su piel. Al fin, después de vagar destrozada como una muerta viviente, encontraba un pequeño refugio donde podía darle un descanso a su atormentada mente. Sin querer pensar en nada mas, cerró los ojos lentamente, y sin darse cuenta, vencida por el cansancio acumulado de noches de insomnio, se quedó completamente dormida en aquella banca. En su somnolencia, soñó que vivía en una hermosa casita de madera cerca del rio, donde Danielle regalándole una de sus hermosas sonrisas, la tomaba de la mano con amor; y sentadas, en completa paz, observaban el bello amanecer en el horizonte, disfrutando de las tonalidades del abovedado cielo celeste. Sin embargo, tan hermosa escena fue interrumpida violentamente por alguien que comenzó a sacudirla con fuerza. Al abrir los ojos, para su sorpresa descubrió que ya no estaba sola; Alrededor suyo se habían aglomerado un grupo de personas que la miraban con desprecio. Quien la había sacudido y despertado tan abruptamente era nada más y nada menos que Graciela, la segunda al mando del grupo de oración de doña Lupe.

-Poca vergüenza es la que tienes, mira que venir al pueblo y pasearte como si nada hubieras hecho.- dijo la mujer molesta escrutándola con la mirada. – La verdad es que no me entra en la cabeza cómo fue que Lupe se dejó convencer tan fácilmente, y sobre todo no me explico cómo ha podido tenerte tantas consideraciones cuando es evidente que no las mereces.- Señaló está, dándose la vuelta para quedar frente a las otras señoras ahí reunidas.- ¡Claro, como no fue su nieto el que presenció tan abominable espectáculo!- elevando la voz comenzó a enardecer a la gente. -Por eso se le hace muy fácil darte una segunda oportunidad, así cualquiera.

-Perdón Doña Graciela no era mi intención molestarlas, ya me retiro.- indicó Mia que lo último que quería en esos momentos era escuchar más reproches y sermones.

-Primero nos escuchas.- respondió la mujer determinante, empujándola con la palma de su mano, haciendo que callera sentada.- Que aquí las señoras y yo tenemos unas cuantas frescas que decirte.

-Sé que están molestas y la verdad les pido perdón, pero no pienso quedarme a escucharlas.- alegó Mia cansada.

-Pero por supuesto que nos vas a escuchar, ¿ pues que te crees?.- vociferó otra señora que se fue acercando más.-

-Ahora resulta que la muy ladina se nos va a poner al brinco.- manifestó otra alterada soltando un bufido.

-Como puedes ver, todas tenemos mucho que decirte Mia.- Le señaló Doña Graciela con una sonrisa maliciosa.

-Pues con la pena yo me voy.- determinada a no seguir ni un segundo más allí, Mia se levantó y con paso firme comenzó a alejarse del grupo que estaba conformado por 10 señoras. No obstante, inmediatamente se preparó a marcharse comenzaron a lloverle los insultos; la llamaron desviada, tortillera, machorra, engendro de satán, bazofia humana, entre otras. A nada le prestó suficiente atención, pero si le dolía ver esos rostros llenos de furia que despotricaban en su contra palabras tan hirientes. No obstante, alguien dijo que su madre se volvería a morir si viviera; cansada dio media vuelta para responder el insulto, pero justo en ese momento alguien lanzó una piedra que le dio justo en la frente, ocasionando que callera de bruces al suelo. Sin embargo, pese a que la vieron caer y sujetarse una herida que ya emanaba un hilo de sangre, las acaloradas mujeres seguían insultándole. Estaban muy alteradas; y dejándose llevar por el odio y la rabia, se prepararon para comenzar a lanzarle más piedras a la víctima, pero justo en ese momento apareció Milagros haciendo alusión a su nombre, y rápidamente se colocó como escudo humano entre la turba enardecida y la pobre chica que lloraba aterrada.

-¡BASTA!- Gritó con furia Milagros ocasionando que todas se callaran. – ¿Que acaso pretenden matarla?

-Es lo mínimo que se merecen las degeneradas como esta.- Respondió alterada una de las mujeres con las manos repletas de rocas.

-¿Y quién te crees que eres para decidir quien vive y muere? ...¿Dios?, por favor, no seas ridícula.

-Será mejor que no intervengas ¨Mila¨.- Le desafió Graciela con un tonito despectivo.

-¿O qué ¨Chela¨, a mí también me van a agarrar a pedradas? Ya quisiera ver que lo intenten, porque manca no estoy y a unas cuantas si me las surto ahorita bien y bonito. – respondió la mujer colocándose frente a la organizadora del borlote.

-Tú dices Chela, aquí la dejamos o tú serás la primera que me despeluque. Mirándola a los ojos decidida a todo, Milagros estaba lista para lo que se viniera, sin embargo, Graciela entendiendo que un pleito así solo haría las cosas más grandes, comprendió que por ahora habían llegado demasiado lejos; por lo que sin decir nada, dio media vuelta y se alejó, seguida por el resto de la frustrada turba.

Mia que gimoteaba y se sostenía la herida que no dejaba de sangrar se aferró aterrada a Milagros.

-Ya, ya, tranquila, ya paso.- le decía la mujer cariñosamente para tratar de calmarla.- ¿Quieres que te lleve a tu casa?

-No por favor, ahorita me daría mucha vergüenza llegar a si, no quiero asustarlos.- le suplicó Mia, limpiándose la sangre que comenzaba a adentrarse en su ojo.

-Esta bueno, nos vamos pa mi casa entonces; ya ahí cuando estés más tranquila tú decidirás que hacemos.

Antes de marcharse, Milagros compró una botella de agua y algodón en el minisúper del pueblo para limpiarle la lesión a Mia. En cuanto logró hacer que la herida dejara de sangrar, tomaron rumbo a la casa de Milagros. Mia que prácticamente caminaba sostenida por la mujer que la llevaba abrazada para evitar que se callera pues aún estaba un poco mareada, se sentía muy culpable con todo lo que estaba ocurriendo; por lo que no pudo evitar soltarse a llorar. Y así recorrieron el largo camino: lentamente y en silencio.

Mia tú eres solo miaWhere stories live. Discover now