Capítulo 3. Frustraciones.

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En un principio conforme el dinero fue llegando, y con ello hubo en abundancia: ropa nueva, joyas, muebles importados, comida gourmet, e infinidad de toda clase de vicisitudes mundanas, las cosas marcharon muy bien en la casa grande. No hubo discusiones ni peleas, pues cada uno de los miembros de la familia se ocupaban en sus cosas, como habían hecho anteriormente cuando eran millonarios y vivían a todo lujo. No llegaron a poseer la misma fortuna de antes, eso no ocurriría jamás, pero al menos el nivel de vida que estaban llevando era bastante desahogado y decente.

Allen convirtió una de las más grandes habitaciones de la hacienda en todo un gimnasio. Compro una máquina de poleas, un banco olímpico, una escaladora, una bicicleta vertical, discos, barras y mancuernas, en fin, equipó la estancia con los más eficientes y costosos aparatos de ejercicio del mercado. Encerrado, por horas, se dedicaba a realizar largas rutinas. Después de meses de efectuar insatisfactoriamente ejercicios en casa, por fin podía dedicarse con mayor eficiencia a definir y tornear su cuerpo como le gustaba. Por lo que también comenzó a comprar costosos suplementos alimenticios importados, pues con el tiempo deseaba aumentar sus músculos. Siempre había sido vanidoso, y le encantaba saber que las mujeres mostraban interés en él. Jamás había tomado a ninguna enserio, no había necesidad para ello. Era joven, tenía una larga vida por delante, por lo que antes de quedar en la ruina, uno de sus tantos entretenimientos favoritos consistía en conquistar a las que se le ponían difíciles. Entonces la cacería iniciaba: las comenzaba a rondar, se portaba amable, las invitaba a salir y mostraba el mayor interés hacia ellas. Por más absurdas y ridículas que fueran sus pláticas, ahí estaba Allen para escuchar atentamente y hacerles saber a la víctima en curso que existía solo para ellas. Las hacía sentir especiales y únicas, las embriagaba con mimos y promesas vacías que jamás cumpliría, y una vez las tontas caían rendidas a sus pies sin imaginar el chacal que se escondía detrás de esa bonita sonrisa, se entregaban a él, dichosas creyendo que encontraban finalmente al amor de su vida. Una vez lo conseguía, se cansaba rápidamente de ellas, por lo que, con la menor de las excusas las botaba sin contemplación alguna y nuevamente con la batería recargada, dirigía su objetivo a una nueva víctima que terminaría con el corazón hecho pedazos, mientras a él, ni la vida le corría. Pero desde que habían llegado al refundido pueblucho que despreciaba, no podía salir a cazar. Pese a que entre todas esas indias había visto una que otra bonita, no eran ni por asomo el tipo de chica que le gustaban. Debido a esto, el juego se vio interrumpido y la amargura floreció en él. Al igual que su madre había sido muy infeliz siendo prisionero en esa desgastada y repulsiva hacienda. Pero ahora la vida parecía sonreírle de nuevo. Gracias al reciente negocio de su padre, que ignoraba por completo de que se trataba e igual le valía un pepino, podía ver como las cosas pintaban a que irían mejor, por lo que en poco tiempo se veía nuevamente viajando por el mundo y dedicándose a cazar nuevas presas. Por ello debía de volver a ponerse en forma, pues dentro de poco volvería gozar de la vida que tanto añoraba recuperar al cien.

Con el pasar de las semanas y en cuanto concluyó con el proyecto del gimnasio, dio paso a comprarse un hermoso convertible Chevrolet Camaro IV, 1998 del año, recién salido de la agencia. Era un bonito auto rojo con franjas blancas de dos puertas y automático, con el que comenzó a hacer todo tipo de planes. Había llegado el momento de volver al ruedo. Esta vez claro, sería muy difícil que pudiera salir fuera de México, aun no contaban con tanta solvencia como para volver a sus viajes internacionales. Aun así, eso no lo desalentó, pues por mientras se conformaría con darse unas escapadas a los mejores antros con sus amigos, o bien podían organizar sus excursiones por el resto del país, obviamente en los lugares más VIP. Y por supuesto volvería una vez más a jugar a la cacería... Era la hora de su revancha.

Lamentablemente para su desgracia, pese a que intentó volver a frecuentar su círculo social de amigos, fue recibido con un enorme rechazo por la mayoría de estos. Incluida la que había sido en su momento una de sus tantas enamoradas con la que no terminó del todo su conquista. Por ello, pensaba retomarlo cuanto antes. Así, la desdichada, se convertiría en su primera presa. Pero para su mala fortuna, esta lo rechazó sin contemplación alguna. Casandra, que era el nombre de la rubia y despampanante chica de curvas sensuales, en cuanto lo vio llegar en su auto deportivo, con una sonrisa en el rostro y con la mayor de las satisfacciones lo mandó al diablo. De pie, fuera de su enorme mansión, y con las manos en su diminuta cintura, le dijo que no podían seguir tratándose más.

Mia tú eres solo miaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora