Capitulo 4. Cumpleañera.

3 0 0
                                    


Los días pasaron apaciblemente. No ocurrieron percances ni incidentes de mucha relevancia, por lo que todo estuvo muy tranquilo en Ojo del sol. Con el pasar de los días, trascurrieron de igual manera las semanas, llegando así a la vida de todo el pueblo el tan folclórico mes de noviembre. Mes en el que Mia cumpliría finalmente sus 18 años. Oficialmente para la ley ya sería mayor de edad, por lo que en cuanto hiciera una cita en el IFE, tendría que sacar su identificación oficial, y con ella en futuras elecciones estaría lista para llevar acabo el sufragio. Además podría ser un poco más independiente. Aunque claro, con la familia que tenía no podía cantar victoria tan rápido. Consideraba que sería un tanto difícil lograr un poco de independencia, pues estaba segura que su familia la seguirían viendo como una chiquilla, pero esto no la desalentaba, no importaba. Con o sin libertad de hacer más cosas por su cuenta, estaba súper segura de que grandes cambios estaban por llegar, y los esperaba con ansias. Estaba muy segura que en cuanto tuviera la mayoría de edad, vendría el inicio de una nueva etapa en su vida, (La segunda temporada como solía decir en broma) y eso la entusiasmaba y animaba a seguir adelante. En cuanto cumpliera sus 18 primaveras, tendría la obligación de encaminar sus prioridades, de comenzar encauzar el rumbo de su vida hacia el ideal que poco a poco comenzaba a zanjar dentro de su cabeza, para con ello, alcanzar el futuro brillante y mágico que tanto deseaba obtener más adelante.

Siendo primero de noviembre, los habitantes de Ojo del Sol se preparaban por tradición a recibir con gran esmero la llegada de sus difuntos. Año con año, como dictaba la costumbre, el día 1 según señalaba el calendario: era el tiempo para recibir a los pequeños, que por infortunio habían abandonado este mundo a muy temprana edad. Por ello se podía ver en toda la superficie del cementerio municipal, pétalos de flores amarillas que decoraban desde la entrada hasta cada uno de los pasillos de los mausoleos. Repletos con los hermosos pimpollos deshojados de los cempasúchiles, eran decoradas las tumbas de los fallecidos. Se creaban largos y divinos caminos dorados, que servían como guía para que los difuntos pudieran transitar libremente por ellos. Así mismo se podía divisar a las personas colocando veladoras de todos los tamaños, flores, juguetes e infinidad de deliciosos guisos en los altares, para que las almas en su libre recorrido en el mundo de los vivos, pudieran llevarse la esencia de aquello que más amaron en vida.

De la misma forma ocurría con todos aquellos que en vez de hacerlo en las tumbas, colocaban su altar en sus hogares. Se buscaba primero que nada el lugar idóneo donde situarlo. Una vez escogido, en forma de pirámide se iban decorando todo para la celebración. En la cima del altar se posicionan las fotos de esos seres amados que serían recordados por toda la vida, seguidos de veladoras para iluminar su llegada, sal para purificar a los espíritus y flores de cempasúchil para que con su fragancia puedan llegar de nuevo a este mundo. Así como también la hermosa flor de moco de pavo purpurea que simboliza la sangre de cristo y la resurrección. Las flores, con sus tan bellos tonos naranjas y morados le dan ese tan característico colorido a los altares. De igual manera el papel picado de colores hace lo suyo, representando al viento en el tabernáculo. Por su parte, los platillos que deben de prepararse ese mismo día tienen que colocarse lo más cercano posible a la foto, pues tratándose de sus comidas favoritas, es preciso que se ubiquen idóneamente para que cuando las almas vaguen por el mundo de los vivos, estos puedan absorber la esencia de todo aquello que tanto disfrutaron estando con vida. Dependiendo de los gustos de cada difunto, los platillos pueden ir desde guisos muy elaborados y condimentados hasta llegar a ser sencillos dulces como calaveritas de azúcar y chocolate, o incluso frutas de cualquier tipo. Y por supuesto como marca la tradición no puede faltar nunca el tan tradicional pan de muerto. Todo esto se coloca a la perfección, acomodando por igual la bebida y comida junto algún objeto religioso, que bien puede tratarse de una cruz como la misma imagen de algún santito. Justo en eso se encontraban ocupados todos los habitantes del pueblo incluida la familia de Mia que también tenían sus difuntos que recordar. El cumpleaños de la chica era el 2 de noviembre, al día siguiente. Día en el que ahora se rendía tributo a los adultos, quedando así: el primero para recordar a todos los niños y el segundo para los mayores.

Mia tú eres solo miaWhere stories live. Discover now