Capítulo. 5 Un deseo que no se cumplió.

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Habían trascurrido dos días desde el entierro, y Mia seguía sin entender lo que había sucedido. En pleno apogeo de su cumpleaños, mientras todos reían y festejaban a lo grande, en cuestión de segundos, todo se había revertido en una espantosa tragedia. En un abrir y cerrar de ojos su madre se desvaneció, falleció, la velaron y enterraron. Todo había sido tan abrupto que parecía irreal. Mia se sentía cubierta por un velo de confusión, no se sentía ella misma. Se percibía como un ente flotando en otra dimensión fuera de su cruel realidad. Era como estar dentro de un horrible sueño del que no podía despertar. Como ida, mirando al firmamento sin enfocar nada en particular, sobre la vieja mecedora que rechinaba con su balanceo derramaba lágrimas amargas en silencio. De vez en cuando convencida de que todo era una mentira, entraba corriendo al cuarto de sus padres rogando a Dios verla acostada como si nada hubiese pasado realmente. Pero la verdad la abofeteaba con ferocidad, pues para su desgracia una y otra vez, se encontraba con una cama vacía, que la obligaba a afrontar la realidad: Dolores había fallecido. Vestida completamente de negro, demacrada y ojerosa, regresaba nuevamente a sentarse sobre la gastada mecedora que chirriaba cada vez que se sentaba. Mientras el viento comenzaba a soplar con más intensidad, y en el cielo las cumulonimbos empezaban a formarse imponentes anunciando una próxima tormenta, Mia abrazando una vieja fotografía de su madre, se hundía cada vez más en su dolor.

El día que ocurrió la tragedia, en cuanto Agustín llegó con el médico del pueblo, (pues consideraba que era mejor que llegar con una hierbera), este les confirmó lo que ya estaba más que claro: no había nada que hacer pues la señora había fallecido. Dándole sus condolencias a toda la familia, el doctor les aseguró que emitiría lo más rápido posible el Certificado Médico de Defunción, y acto seguido abandonó el recinto. Mia seguía sin despegarse de su mamá. Pese a que el rigor mortis comenzaba a endurecer las extremidades del cadáver, y esto hacia que fuera más complicado de sujetarla, la hija la sostenía entre sus brazos. Ya no había calor alguno en el cuerpo, estaba frio, pero a Mia no le importaba, no estaba dispuesta a dejar que se llevaran a su madre a ningún lado. Esperando que todo se tratara de una ilusión, aguardaba a que Dolores abriera los ojos y con una sonrisa en los labios les dijera que estaba todo bien, que había sido una falsa alarma y que seguiría con ellos para siempre. Pero eso simplemente no ocurrió, y entre gritos desgarradores Danielle con ayuda de Amelia tuvieron que separarla del cuerpo, pues la funeraria acababa de llegar por el cadáver. Ignacio era quien se estaba encargando de todo lo necesario, pues Erasmo se había sentado en una de las sillas del patio, y en silencio se dedicó a darles sorbo tras sorbo a las caguamas que habían quedado de la fallida fiesta de cumpleaños. El hombre estaba destrozado, sentía que su corazón se rompía en pedazos, pero no derramó ni una sola lágrima. Siendo un hombre no podía mostrar semejante debilidad, por lo que solo se limitó a tomar en silencio apartado del resto de su familia. Don Vicente, quien desconocía que padecía de presión alta, por la impresión sufrió un percance, provocando que tuviera un repentino desfallecimiento. Rápidamente fue colocado en la habitación de Ignacio y Flora, y ahí Amelia lo iba a ver de cuando en cuando, para asegurarse de que estuviera bien. Milagros se había encargado de los tres niños para que Ignacio pudiera moverse con libertad, por lo que trataba de distraerlos de lo que estaba ocurriendo lo más que podía. Por su parte Agus, quien no tenía mucho de haber regresado con el doctor tuvo que volver a salir, pues Danielle le había suplicado que le avisara a Brie lo ocurrido, pues ahora más que nunca Mia necesitaba el apoyo de todos quienes la querían, además le pedía el favor ya que ella no quería despegarse ni un segundo de Mia. Por ello iba en camino rumbo a la hacienda cuando a la casa llegó Flora ajena a todo lo que estaba ocurriendo. Esperando encontrarse con gente tomando y bailando pecaminosamente, se encontró en su lugar con caras largas y rostros llorosos. Avivadamente dedujo que algo malo había acontecido. Milagros fue quien la puso al tanto de la terrible noticia, por lo que tras persignarse volvió a salir de la casa, pues era necesario ir por sus hermanas para llevar acabo el velatorio. Colocándose su chalina negra sobre su cabello y comenzando a rezar en su mente unos padres nuestros, se dirigió al pueblo sin siquiera preguntar cómo estaban sus hijos.

Mia tú eres solo miaWhere stories live. Discover now