Capítulo 25. Siempre juntas

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En cuanto Agus llegó, cansado y molido de ir y venir, fue recibido por Mia que le dio un vaso de agua fresca, no tan fría para que no le dieran retorcijones en el estómago. Una vez el amigo recuperó el aliento, le entregó el recado de Danielle. Emocionada de volver a ver a su adorada, abrazó a su amigo dándole las gracias por no abandonarla en los momentos más difíciles de su vida. Al poco rato le invitó de comer el conejo que había cocinado, le preparó unas tortillas a mano y le sirvió un vaso de agua de horchata recién hecha. Agustín que amaba la sazón de su amiga, acabó por devorar todo lo que estaba en el plato, quedando más que satisfecho por tan delicioso guisado. Saciado y con las energías más que repuestas, Agus se despidió de su amiga, pues ya debía volver a su casa. Un tanto apenada, se disculpó de que tuviera que haber dejado su venta por ayudarla, No obstante, el amigo le hizo ver que por un día no pasaba nada, ya mañana tendría oportunidad de recuperarse, pues los clientes ahí seguirían. Y así con otro abrazo, se marchó rumbo a su hogar donde su madre lo estaría esperando.

Al pasar las horas, ansiosa de que llegara la media noche para rencontrarse con su amada, Mia tuvo que ponerse a realizar más actividades de las que realizaba normalmente, pues sabía que si no hacia algo, se volvería loca viendo las manecillas del reloj avanzar tan lánguidamente. Así fue como alimentó a la vaca con heno, a los perros les dio los restos de la comida del día anterior, y a las gallinas su tan amado maíz. Limpió el chiquero que ya había sido fregado el día anterior, y a la par aprovechó para darle un buen baño a la marrana, que feliz se revolcó en el suelo patas arriba, para recibir el chorro del agua fresca. Arrancó con sus propias manos la yerba que brotaba alrededor de la casa, barrió por segunda vez el patio y limpió las ventanas con vinagre para quitarles el polvo que ya estaba un tanto acumulado. En ello estaba cuando vio en el horizonte a sus primitos llegar, comparecían los tres muy contentos. Detrás de los varones les seguía la pequeña Lili saltando de un lado a otro muy animada, mientras los hermanos tarareaban una canción de moda.

- ¿Se vinieron solos? – horrorizada les preguntó Mia, saliendo a su encuentro con el mandil humedecido.

-Nadie vino por nosotros, así que pasamos por Lili, su maestra casi no la deja salir, pero en cuanto le dijimos que entonces la trajera ella o se quedara en la escuela hasta que llegara alguien a buscarla, fue cuando la dejo salir. – explicó Alejandro que era el mayor de los tres.

- ¿No, eso no está bien, no debieron de venirse solos, y si algo malo les pasaba? - preocupada Mia decidió que hablaría cuanto antes con su padre, pues no podía dejar que sus primitos anduvieran caminando solos por ahí.

-Vivimos en el pueblo más aburrido del mundo Mia, nada malo nos va a pasar, además ya estoy grande, yo puedo cuidar de mis hermanos. – ofendido de que lo tratara como un crio, pese a que tenía solo 9 años, Alejandro ya se sentía mayor y podía según el cuidar de sus hermanos.

-Aun así, no está bien. y les aseguro que esto no se repetirá, ya cuando estén un poco más grandes pues estará bien, pero por ahora no... Y ya no me discutas, vallan a lavarse las manos para que les sirva de comer. - y muy sonrientes el trio de chiquillos fueron a hacer lo que se les pedía. Acto seguido les sirvió de comer al igual que a su madre, a la cual le llevó una charola con un plato de estofado de conejo con su respectivo vaso de horchata bien helada. No hablaron mucho, la madre se limitó a comer en silencio unos cuantos bocados. Observando la cara de preocupación de su hija, le aseguró que estaba bien, que solo no tenía mucha hambre pues lo único que le apetecía en ese momento era descansar un rato, pues había pasado muy mala noche. Mia Intranquila, se llevó la comida casi completa y salió del pequeño recinto para que su madre pudiera dormir otro rato.

Al poco rato mientras lavaba los trastes y los niños hacían su tarea, llegó Erasmo. Depositó su sombrero de paja en el respaldo de una de las sillas de la mesa, soltando un suspiro. Cansado y un tanto asoleado tomo asiento, preguntando que había para almorzar. Rápidamente Mia como buena hija y ama de casa, atendió a su padre, que mientras se sustentaba le refirió lo que había sucedido con sus primos.

Mia tú eres solo miaOnde histórias criam vida. Descubra agora