Segunda parte, Capítulo 1. FUNERAL.

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El verde verano, que acobijó como cada año a los habitantes del pueblo con sus días largos, lumínicos y alegres, llegó a su final trayendo consigo un otoño de tintes dorados, con días más cortos y templados. La temperatura en Ojo del sol que antes había sido alta y calurosa, comenzó a descender poco a poco, hasta que los días fueron tornándose cada vez más frescos. Atrás habían quedado aquellos días bochornosos y húmedos, ahora comenzaban los meses en que el viento soplaría con más fuerza, y con ello le secundarían la temporada de los monzones, precipitaciones constantes que durarían un trimestre.

Las hojas de los árboles cambiaron su matiz verde por tonos ocres, comenzaron a secarse y caer al suelo ayudadas por un implacable viento que solía soplar con mayor fuerza para derribarlas. Con ello, se adornaron las calles con hojas de hermosos colores amarronados y dorados. Por su parte, los troncos empezaron a quedar desnudos en preparación a la siguiente estación que le seguiría al otoño. Así se protegían de la pérdida de agua que implica las bajas temperaturas que estaban por venir... Había llegado el momento en que las especies animales debían de almacenar su comida para resistir el invierno que vendría después, por ello se podían ver largas hileras de hormigas que llevaban su recolección hasta sus hormigueros, cargando con increíble fuerza alimento que podía llegar a sobrepasar 100 veces el peso de las diminutas hormiguitas. De la misma manera, las ardillas hábilmente daban caza a cuanta semilla encontraban y llevaban directo a sus madrigueras, igual que los erizos y marmotas, había llegado la hora de comenzar a prepararse para la hibernación.

En cuanto a la actividad agrícola del pueblo, había dado inicio la recolección. Por ello se podía ver a los campesinos recolectando calabacines, alcachofas, calabazas, espinacas, patatas, pepinos y pimientos. Así mismo había llegado la hora de la cosecha del repollo, cebolla roja y canónigos. Una nueva estación hacía frente a los habitantes de Ojo del sol, y aunque para muchos de ellos sería una temporada más sin nada de particular, para otros en cambio sería el principio de terribles sucesos. Como en el cazo de la familia de Don Rómulo. Quien, pese a que se veía en perfecto estado y muy saludable para su edad, cierta mañana sin imaginarlo siquiera, mientras se dirigía rumbo a la hacienda Copaiba, sufrió un contundente infarto miocardio. Se desplomó frente la morada de su vecina Conchita que vivía a dos casas de la de él. Era el trayecto que había recorrido, cuando el pobre hombre sintió una brusca oleada de dolor intenso en el pecho, dolor que se extendió hacia el brazo izquierdo, mandíbula, la espalda y su cuello. En un abrí y cerrar de ojos estaba caminando bien y de repente cayó al suelo muerto en presencia de su vecina. La cual mientras tendía alegremente su ropa que esa mañana había terminado de lavar, para aprovechar el poco sol que tendrían en ese día, de repente, mientras colocaba los calzones de su hijo con unas pinzas, observó horrorizada como Don Rómulo caía violentamente de bruces en la calle sin pavimentar. Entre gritos para alertar a los demás vecinos, dejó de tender su ropa y se dirigió rápidamente a la calle para socorrer al anciano. Pero lamentablemente cuando se acercó a su lado ya era demasiado tarde, el ángel del abismo ya le había arrebatado su vida en un parpadeo, dejando a su familia abatida. Rómulo había enviudado hacia más de 15 años, y nunca se volvió a casar. De ese matrimonio procreo 6 hijos, de los cuales 5 eran varones y solo una mujer. Todos ya eran adultos, estaban casados, con hijos y sus vidas fueran buenas o malas estaban ya hechas. Vivían en diferentes estados del país, esparcidos por toda la república mexicana. La única que se había quedado a vivir en el mismo pueblo a lado del anciano, era su hija Gertrudis. Ella nunca le abandonó, siempre se mantuvo cerca de él. Gertrudis era una mujer de 38 años, estaba casi por cumplir los 40, era bajita, de tez muy morena, menuda y bastante seria. Aún estaba muy fuerte, por lo que era muy trabajadora. Vendía comida, lavaba ajeno y sabía cortar el cabello, con lo que sacaba unos pesos extra. Siendo viuda igual que su padre, había aprendido con los golpes de la vida a enfrentarse a esta con aplomo. Procuró y cuidó a su padre con gran esmero hasta donde pudo. Pese a que no vivían en la misma casa, lo visitaba diariamente, para llevarle algo de comer de lo que ese día hubiera preparado. Además, le lavaba su ropa y cada 15 días se presentaba en su casa para darle una limpieza a profundidad. Pese a que de pequeña nunca le había hecho el menor caso, pues toda su atención fue destinada a sus hijos varones, los mismos que en la primera oportunidad lo abandonaron, se encaró ante su error, y se disculpó muy arrepentido con su hija por no haber sido el padre que ella merecía. Gracias a ello es que ambos a partir de entonces llevaron una buena relación. Ahora esta llegaba a su final inesperadamente, y de la misma forma en que ella sola ayudaba en lo que podía a su anciano padre, de esa manera tuvo que arreglárselas por su cuenta para hacerle frente a todos los trámites y papeleos que debía de realizar para llevar a cabo el funeral. Ninguno de sus hermanos se presentó a ayudarle, pese a que se les informó rápidamente el deceso de su progenitor. La mayoría argumentó estar muy ocupados, y que debido a sus trabajos no podían ir a darle el último adiós al cuerpo del hombre que los sacó adelante y veló por ellos hasta que los muy ingratos un buen día se marcharon. Solo uno de estos le envió unos miserables pesos, argumentando que no tenía más, pese a que Gertrudis estaba más que enterada de la buena situación económica de dicho hermano. Por lo que se guardó todo lo que deseaba gritarles en la cara y mejor no dijo nada. Al final ella cumpliría en despedir a su viejo, ya lo que quedara en la conciencia de sus hermanos sería cosa de ellos. Así fue que con el escaso dinero que le depositó su hermano y con la colecta que organizó Doña Lupe y su grupo de hermanas, fue como pudo reunir lo suficiente para darle un digno entierro a su padre.

La mayoría de habitantes de Ojo del sol fueron al velorio y al entierro, pues el anciano era conocido por todos ellos. Entre los presentes estuvieron Erasmo, Ignacio, Don Vicente y Amelia, quienes habían tratado al difunto lo suficiente, y todos lo consideraban un buen hombre, por lo que también les entristeció su repentina muerte. En cuanto a la familia de Danielle, Los Daurella, quienes habían sido sus patrones por años, cuando Esteban se enteró de lo sucedido, con gran pesar, pues conocía al hombre desde que él era muy pequeño y siempre había estado informado gracias a él de la situación de su hacienda, le suplicó a Danielle que fuera en representación suya. En esos momentos por más que quisiera ir, se encontraba fuera del país, muy lejos, en Londres arreglando unos asuntos de sus tan extraños negocios. Pese a que deseaba asistir con todo su ser, pues había llegado a apreciar a ese agradable y callado anciano, simplemente era imposible. Hacía ya algunos meses que la familia no lo veían, pues se la vivía constantemente viajando por todas partes. No obstante, se mantenía al pendiente de todos ellos, pues cada que podía les hablaba por teléfono para asegurarse de que se encontraban bien.

Las cosas habían mejorado sobremanera para los Daurella, aunque claro nunca volverían a tener aquel mismo estado económico que tanto habían gozado antes. Por lo menos ahora, estaban mucho mejor de cuando llegaron a la hacienda toda cayéndose a pedazos. Incluso para su sorpresa, nuevamente ya volvían a tener más empleados, lo que era sinónimo de más comodidad. Debido a esto, para Gisela ni Allen tubo importancia alguna la repentina muerte del viejo, quien había prácticamente dado sus mejores años trabajando en la hacienda, cuidando de sus patrones y velando por la seguridad de la misma, tenían cosas más importantes en que pensar, como en qué otra cosa seguir gastando su dinero, no tenían tiempo para pensar en la muerte de un empleadillo cualquiera. Solo a Danielle y a Esteban les entristeció la pérdida del fiel trabajador. Briella, que solo había hablado un par de veces con él para pedirle le vendiera algunas de sus cosas y con el dinero le comprara sus tan amadas chucherías, no había desarrollado una relación más allá de la de empleado y empleador. Nunca fue grosera con él, pero sumergida en sus penas y tragedias, no había tenido oportunidad para tratarlo más. Por ende, pese a que lamentaba el triste fallecimiento, no le afectó tanto como a su padre y hermana, quienes si llegaron a apreciarlo. No obstante, acompañó a Danielle al velorio. Mia y Agus también hicieron acto de presencia. Los 4, vestidos de negro como el resto de habitantes, se presentaron ante la tumba abierta para darle el último adiós a Don Rómulo. Primero en el velorio, donde el grupo de oración de Doña Lupe, hincadas alrededor del fallecido con 4 sirios encendidos e incienso para simbolizar la ayuda al fallecido en su largo viaje hacia la otra vida, rezaron los misterios gozosos en cada decena, para después de una breve pausa de reflexión, rezar fervorosamente: un Padre nuestro, diez Avemarías y un Gloria. Y Segundo, asistieron también al funeral. Después de una larga noche velándolo, al día siguiente se prosiguió con el entierro. En el cementerio también se pudo apreciar todos los habitantes que hicieron acto de presencia, lo que alegró a la destrozada hija, pues se sintió en medio de todo su inmenso dolor muy feliz de saber que su viejito había sido querido por tantas personas.

De esta manera, con una lamentable muerte, comenzarían a suscitarse una serie de tragedias que no darían tregua alguna. Entre llantos y dolor, los habitantes de Ojo del sol le dieron cristiana sepultura al cuerpo de Don Rómulo. Mia y Danielle observaron tristemente como descendía el féretro rumbo a las entrañas de la tierra, donde descansaría eternamente el cuerpo del anciano. Esa desafortunada muerte, era el inicio de lo que sería una oleada de dolor y sufrimiento que estaba por caer sobre los Flores y los Daurella. Era tan solo el principio, la punta del iceberg, de todo lo que estaba por venir más adelante. 

Mia tú eres solo miaWhere stories live. Discover now