Illicit affair

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Viendo el salón con los ojos de una persona consciente de la relación dependiente en la que se encontraba, aquella decoración era elegante, incluso hermosa, pero para nada romántica. Si no fuera por los pequeños adornos rojos, podría pasar como un banquete común, algo de otro día y no como lo que era: una boda.

Como era de esperarse, quien había cambiado el tipo de decoración fue Zichen, porque los gustos de Xingchen eran demasiado "cutres". Ni siquiera tenía que preguntar quién hizo las modificaciones.

Al menos, se dijo Xingchen, haría lo posible por no estar en su boda. Era gracioso si se detenía a pensarlo; se suponía que uno de los días más felices de su vida tenía que crearle euforia, pero lo único que podía sentir era una tristeza aplastante.

Estar lejos de Xue Yang era difícil, sobre todo en esos momentos donde no podía recibir información acerca de él por el riesgo a ser descubierto.

Suspiró con cansancio.

Tenía un grillete en el tobillo, el mismo que le impedía disfrutar de su propia boda. Quizá si el evento fuera con alguien que de verdad quería sería enteramente disfrutable. Sin embargo, en ese momento quería ser libre.

Había probado la deliciosa libertad, esa linda sustancia adictiva que sentía estando lejos de su prometido.

Por unos segundos se preguntó que opinaría su "yo" del pasado. Para empezar, estaría ahí por gusto y no por las amenazas pasivo agresivas de Song Lan. Además estaría emocionado por la decoración, moviéndose entre cada mesa mientras se imaginaba a sus invitados disfrutar del banquete especial.

Seguiría ilusionado, incluso tendría la esperanza de que algún día, posiblemente después de la boda, el Zichen amoroso y detallista volvería. En la luna de miel le llevaría el desayuno a la cama aunque odiara perder lo pulcro de las sábanas.

Sin embargo, el Xiao Xingchen presente entendió que ese hombre nunca había sido real, solo fue una máscara para hacerlo caer en los enredos y usarlo como un bien, como un jodido inmueble.

Respiró hondo mientras buscaba un buen recuerdo. Días atrás había estado en la cama de Chengmei retorciéndose bajo sus caricias y con una penetración doble, de la cuál todavía sentía secuelas al caminar. Esa era la vida que quería, con quién amaba. Pero por el momento, solo por pocas semanas tendría que ser el prometido ingenuo y perfecto.

Mientras tanto tenía que fingir ser un idiota que no había notado el coqueteo entre su prometido y el chico quien les daba el recorrido por el salón. Sintió un poco de satisfacción al acariciar su cintura exactamente en el lugar donde Xue Yang le había dejado una hermosa mordida bien marcada.

Sonrió para sí mismo. Ojalá estuviera con él, como aquel día donde ambos eligieron el banquete de boda. Se lo habría comido a besos desde ese día si A-Qing no le hubiera acompañado. Esos recuerdos se sentían tan lejanos y a la vez tan frescos.

—Xingchen ¿me escuchaste? —preguntó Zichen con autoridad disfrazada de dulzura, así como siempre actuaba en público.

—Lo siento, estaba imaginando como nos veremos en la mesa central —mintió con una sonrisa genuina.

—Te preguntaba si estás a gusto con esto o quieres cambiar algún detalle —ofreció de la misma manera, aunque los dos sabían que la opinión de Xingchen no tenía mucho peso.

—Tal vez un poco más de rojo, especialmente en nuestra mesa, pero si a ti te agrada estoy bien con eso —se encogió de hombros. En verdad no le importaba.

El Xingchen de meses atrás habría dicho más, como que le gustaría tener fotografías de ambos para decorar o tal vez rosas blancas como centro de mesa. Sin embargo, en esos instantes simplemente quería estar en Italia o en Ciudad Yi, disfrutando de los brazos de Chengmei.

Getaway carWhere stories live. Discover now