The first crack in the glass

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En aquel momento se sentía como un muerto viviente. Había manejado a casa, acomodado su libro en el estante correspondiente y lavado sus manos eliminando cualquier rastro de chocolate que pudo haber quedado del encuentro con Xue Yang.

Pero él no podía salir de su mente, incluso con Song Lan contándole lo que tenía planeado hacer para la semana que venía. Solo podía escuchar su voz a la lejanía, mirando como cortaba los vegetales para la ensalada diaria. Cómo siempre, Song Lan tenía guantes para evitar cualquier textura de los alimentos.

Sabía que no había hecho algo que rayara en la infidelidad, porque había detenido al atractivo hombre en un punto adecuado, o eso se quería hacer creer.

—¿Puedo contarte algo?— preguntó Xingchen interrumpiendo a su prometido.

—Te escucho— contestó con algo de molestia.

—Conocí a alguien, a un chico— confesó con la culpa en la garganta. Sabía que si no lo decía en ese momento, Song Lan lo sabría después porque él siempre lo sabía todo. Era lo malo de que lo conociera tan bien. —No pasó nada, solo nos sacaron de la biblioteca porque hicimos demasiado ruido— explicó apresurado y con una risa nerviosa.

—¿Tanto te gustó que me lo estás contando?— cuestionó con un ligero y para nada discreto toque de enojo.

—¿Qué? No, no me gustó— se apresuró a contestar, aunque sabía que estaba mintiendo —Solo quería contarte porque fui por un café con él y ya sabes cómo es la prensa y las noticias amarillistas— entonces supo que lo había arruinado, otra vez.

Song Lan le miró con frialdad y dureza, sin decir nada más. Continuó con la ensalada hasta que la terminó. Xingchen solo le miró. Sabía lo que venía: su prometido le iba a ignorar por bastantes días hasta que Xingchen no podía más y tendría que pedir perdón los días siguientes, incluso por algunas semanas.

Odiaba esos días, pero sabía que se los había ganado. Suspiró antes de levantarse para ir a su habitación, ya que sabía que Zichen se iría cuando terminara de prepararle su almuerzo.

—Quédate en tu silla. Ya que tomaste café tendrás que reducir las calorías que consumes— le regañó.

Por instinto, el joven delgado y de tez blanca regresó a su lugar. Sus ojos azules se empezaron a llenar de lágrimas, su pecho comenzó a sentirse pesado, sus pulmones se comprimieron y su estómago se revolvió.

—Perdón, en serio perdóname. En serio no es importante ese chico. La razón por la que fui con él por un café es porque le arruiné su mañana ya que nos corrieron a ambos por discutir— contó intentando que su voz no saliera tan quebrada —En serio Zichen, sabes que para el único que tengo ojos es para ti— su ansiedad disminuyó cuando vió un ligero cambio en el gesto de su prometido.

Sin embargo, sus ojos llorosos y su estómago no daban tregua. Quería tallarse los ojos para retirar las lágrimas pero los pupilentes le iban a dañar, así que solo se quedó ahí, con las manos temblorosas.

Unos minutos después, un plato más pequeño de lo normal lleno de vegetales fue puesto frente a él. Quería llorar en voz alta porque no quería pasar por aquellos días grises; sabía que Zichen era de pocas palabras pero que pasara días sin hablarle era distinto, más que nada porque lo ignoraba en todas partes, incluso en el trabajo.

Tomó los palillos con algo de temor antes de empezar a comer. Luego de los primeros bocados, su prometido desapareció del departamento. No vivían juntos, pero Zichen tenía la costumbre de hacerle de comer, así que podría decirse que casi vivían juntos.

Xingchen comenzó a llorar entre bocados. La culpa estaba llenando su cuerpo. Había arruinado hasta su comida, sabía que no vería azúcar por más de dos semanas.

Getaway carWhere stories live. Discover now