El último trago de té dulce

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Advertencia: muerte de un personaje.

*

Cuando Xue Yang despertó, Xingchen ya no estaba en la cama. Al principio creyó que eso lo despertó: el frío de la cama vacía o la ausencia de aquel cuerpo cálido.

En realidad, fue el cantó desafinado de XingXing que provenía de la cocina y se escuchó hasta la habitación del segundo piso. Yang rio con suavidad, encantado con las notas mal entonadas; aunque no fuera el mejor cantante del mundo, aquellos sonidos eran el paraíso, una paz irreal.

Chengmei intentó levantarse de la suave cama hasta que el dolor corporal le recordó porqué no podía hacerlo. Los huesos de la cintura le ardían por el vaivén continuo, su piel estaba pegajosa por el semen además del sudor, sentía las piernas cansadas y las mordidas de Xingchen ardían por todo el torso.

Se quejó en voz baja, satisfecho y a la vez adolorido. Xingchen cambió en la última ronda, algo se rompió dentro de él y dejó inmóvil al otro sosteniendo sus muñecas contra la cama. Lo montó hasta el cansancio, encontrando la satisfacción en el momento que logró sacar lo poco que tenía de semen.

Antes de caer dormidos, Xingchen le pidió que tomara una fotografía de las piernas llenas del líquido blanquecino.

La sonrisa de Xue Yang se extendió al recordar la intensidad de la noche anterior. Se puso de pie con movimientos lentos, estirando los músculos de a poco, acostumbrando su cuerpo al dolor. Era un malestar delicioso, uno que no pudo conseguir con ningún deporte o arte marcial. No había nada que se comparara a Xiao Xingchen, quién lo exprimió en distintos sentidos.

Logró ducharse antes de que su esposo volviera a la habitación con el desayuno hecho: un vaso con jugo de supermercado y un par de huevos fritos con verduras. Tenía hambre física, pero al ver a su Daozhang con una camisa suya, el pelo húmedo y un boxer, abrió su otro apetito.

Xingchen también tenía marcas. Su pecho tenía unas cuantas mordidas, las marcas de succión en los pezones que seguían hinchados, las succiones en el resto del torso, aparte de los rasguños que le hizo en la cintura sin querer; la marca sobresaliente era la mordida en su cuello que aun tenía un tono rojizo. Era una maldita obra de arte.

—Te hice el desayuno, espero que sea comestible —bromeó el modelo, un tanto inseguro.

—Si sabe igual que tú, entonces será delicioso —contestó mientras se dirigía a su novio.

Lo tomó de la cintura para darle un beso en la frente. Xingchen sonrió feliz a pesar de que sus piernas seguían temblorosas y su cadera dolía. La tranquilidad le había llenado el pecho aunque seguía teniendo un mal presentimiento.

Sin embargo, estaba cansado de los malos presentimientos y los ataques de ansiedad; solo se dedicó a disfrutar del momento, como debía.

—En ese caso, no creo que tenga buen sabor —murmuró el Daozhang.

—Por favor, Xingchen, eres el platillo más apetitoso que conozco, el único delicioso —elogió mientras su mano derecha buscaba los dedos de la mano ajena. Acarició las falanges hasta llegar el dedo anular y sentir el anillo de plata que le dio.

En un pequeño descanso durante la noche anterior, Chengmei buscó algún anillo para regalarle y encontró una banda de plata sencilla, sin ninguna joya o diamante, algo simple pero tan significativo. De esa manera tendrían otro símbolo de su matrimonio y solo faltaría la parte legal.

Eso le recordó otro pequeño detalle. Le dio un beso en el dorso de la mano antes de buscar un frasco dentro de la maleta. Revolvió las pocas prendas ordenadas, sacó la ropa que seguía limpia y entonces encontró una bolsa que parecía tener tintas para el rostro.

Getaway carWhere stories live. Discover now