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Luego de liberarnos del periodo de evaluaciones, regresamos con nuestros padres y acompañamos a mi hermano a un partido de futbol.

La fiesta para celebrar el fin del primer periodo de evaluaciones sería el día sábado, por lo que una vez mas recorreríamos el camino de casa hasta la universidad. Santiago propuso salir cerca de las cuatro de la tarde para llegar a tiempo y esperar en casa de uno de sus tantos amigos y luego, finalmente ir a la fiesta. Y así mismo fue: él paso por mí a las 4:26 e iniciamos el recorrido que prácticamente podíamos conducir con los ojos cerrados o sin fijarnos en la vía.

– Antes me emocionaba el recorrido –confieso.

– A mí solo durante el primer día –me mira de reojo.

Al llegar a la ciudad fuimos al apartamento de Chris, un chico que tiene tantos tatuajes que parece modelo en vez de estudiante de Odontología. La verdad los tatuajes son tan llamativos que es lo primero que notas en él, después de ver y estudiar sus tatuajes desvías la mirada a su rostro –el cual es tan angelical que nunca pensarías que un chico como él tendría tatuajes en su piel–. Su nariz es perfectamente perfilada, sus ojos son cafés, sus cejas son genuinamente más lindas que las de una mujer. Lo miras y no sabes si tú lo estudias a él o él a ti.

Junto a él, vive Kazumi, una chica asiática, quizás de mi estatura, pero que parece ser mucho más frágil que yo, aunque nadie se atrevería a lastimarla con un chico como Chris siendo su novio. Ella es tan dulce. Admito que me gusta oír su acento al hablar nuestro idioma y que en ocasiones le pregunto por palabras o expresiones en el suyo.

– ¡Sería grandioso que fuéramos vecinos! –exclama la asiática con una amplia sonrisa.

– La verdad estos apartamentos se ven bastante amplios –Santiago mira alrededor.

– Y lo son –Chris le asegura.

– La mayoría de los que viven aquí son estudiantes como nosotros, así que si están interesados no se demoren mucho –añade Kazumi.

– Tenemos que ponernos con eso –le toco el hombro a Santiago y el asiente.

– Y el lugar es seguro, yo siempre dejo mi moto abajo con el casco y nunca se lo han robado –Chris afirma.

– Es que tu casco es único y nadie con en su sano juicio sería capaz de robarlo porque sabe que luego le matarías –comenta Kazumi y no sé si asustarme o reírme.

– No digas eso –dice divertido–. Nuestros cascos hacen juego –sonríe tiernamente volviéndose hacia nosotros.

Kazumi decide acompañarnos en el auto para no despeinarse y Chris informa que ira en la moto en caso de que quieran venirse antes que nosotros o incluso después.

Al llegar a la fiesta, Santiago estaciona el auto en el primer lugar libre que encontramos y Chris estaciona la moto junto a nosotros, este último, guarda los cascos dentro del auto para luego guiarnos hasta la fraternidad en la cual muchos olores –desde alcohol, cigarro y perfume– me invaden con suma rapidez.

Me alegré mucho al ver a los amigos de Santiago quienes por alguna razón me hicieron sentir más segura. Chris, Santiago y Kazumi fueron sumamente atentos conmigo hasta lograr hacerme sentir cómoda. Pasado un tiempo me encontré con Dom y Úrsula por lo que decidí juntarme con ellos siempre y cuando permaneciera en el campo de visión de Santi quien platicaba gustoso con sus amigos.

Mientras platicaba con mis amigos, la figura de espaldas de un hombre llamó mi atención. Este portaba una chaqueta de cuero negra y su cabello me recordaba de alguna u otra forma al de Mateo. Suspiré profundamente y le hice señas a Santiago de que iba por una bebida y él acepto, asintiendo. Caminé por el lugar hasta llegar a la cocina y note que algunas personas no parecían estudiantes –algo que había quitado la poca confianza que le agarraba al lugar–, me serví del coctel y Nicole apareció junto a dos chicos.

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