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Ha pasado ya una semana desde que Ana habló conmigo y no he visto a Mateo y no sé si es por casualidad o porque ha estado evitándome. Vamos, Mabel concéntrate estás en tu trabajo, deja a un lado las distracciones y concéntrate.

– Buenas tardes señorita, vengo por mi mascota, él se llama Blue, es un Golden –dice un hombre joven de piel bronceada.

– Buenas tardes, –le respondo sonriente–. El tierno Blue... su perro es increíble, me recuerda mucho a mi Sam –confieso.

– ¿Perdió a su mascota? –pregunta.

– No, no, afortunadamente no, pero soy estudiante y no soy de acá. Vivo en un apartamento y no quise traérmelo y dejarlo solo la mayor parte del tiempo –digo con rapidez.

– La entiendo perfectamente –asienta.

Yo voy por su perro y me pregunto ¿Cómo puede un chico tan joven hablar tan formal? Bueno, la verdad, debe pasar de los 24 años y supongo me trata así por el uniforme.

Al finalizar el trabajo regreso al apartamento sumamente agotada.

– ¿Cómo te fue? –pregunta Santiago desde el sofá mientras aparta la vista de su libreta.

– Bien –le sonrío– ¿Y a ti? –pregunto

– Bien también –se levanta y noto que solo lleva puesto su bóxer.

¿Es que vestirse es algo tan difícil?

– Te prepare algo de beber –dice mientras se adentra a la cocina.

– ¡Gracias! –expreso en voz alta mientras dejo mi bolso a un lado. Me siento en el sofá y seguidamente me deshago de mis gomas–. Debo limpiar mañana –recuerdo.

– Ten –me ofrece una taza–, está caliente

– Gracias –tomo la taza–. Té –sonrío al olfatearlo.

Él se sienta a mi lado y doy un sorbo. – Te ha quedado bien –confieso sorprendida.

– He aprendido algo –se ruboriza ligeramente.

– Te quedó de maravilla –confieso y doy otro sorbo–. ¿Qué estudias? –le pregunto y él empieza a comentarme al respecto.

Al día siguiente voy a clases como de costumbre, Santiago sale un poco más tarde por lo que decido pasar el raro en la biblioteca investigando. En el camino, me doy cuenta que el día está completamente nublado, busco los reportes del clima y se estiman precipitaciones.

En la biblioteca, mientras busco los libros, noto a partir de las ventanas que ha empezado a lloviznar.

Tomo los libros suficientes y me acerco al área de estudio, en donde hay un par de personas, entre las cuales distingo a Mateo.

¿Me acerco o no me acerco? Él está estudiando y seguramente no quiere ser interrumpido aunque, no le interrumpiría del todo porque también debo estudiar.

Sigo procesando si acercarme o no y entonces su mirada me encuentra. Él mueve su mano en forma de saludo y al ver mis libros me hace señas para que me acerque.

– Hola –le sonrío.

– Hola, Mabel –aparta su libro.

– Tenía días sin verte –digo mientras me siento frente a él.

– Yo igual –añade divertido y mientras reímos noto que los presentes nos lanzan miradas de desaprobación.

– Recuerdo aquel día en la biblioteca –dice y me sorprende que recuerdo ello–, después de lo que paso ese día con tu batido y esas chicas. ¿Qué fue de ellas? –pregunta.

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