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No obtuve un buen resultado en la búsqueda de la joyería, solo me dijeron que eran creaciones exclusivas.

Ya hemos dejado atrás la ciudad, mi familia platica durante el recorrido, mientras yo me limito a mirar por la ventana con los auriculares puestos.

Mudarse no es cosa fácil, pero dejar la ciudad en donde naciste, creciste y viviste momentos gratos es mucho mas dificultoso, es lo que mas duele de todo.

El recorrido se me hace sumamente largo y tedioso, pero mi corazón sobresalta cuando veo el cartel de bienvenida de la ciudad solo porque sé que ya estamos cerca de papá.

Un par de minutos después, mamá disminuye la velocidad y me incorporo para detallar las casas en búsqueda de papá quien yace frente a una de estas que rápidamente identifico como la nuestra.

– ¡Al fin los veo! –papá se acerca sonriente al auto una vez que este es aparcado.

– ¡Papá! –sonrío ampliamente mientras me quito los auriculares y bajo del auto para alcanzarle.

Soy la primera en abrazarlo. Camila, Carlos y mamá se nos unen al poco tiempo.

– Ahora me encuentro completo nuevamente –sonríe ampliamente–. No saben imaginan cuanta falta me han hecho –confiesa–. Tengo una sorpresa para ustedes –añade.

– Cariño, y tú a nosotros –añade mamá afectuosa.

– ¿Qué es? –pregunta Carlos mientras avanza estudiando la casa–. ¿Qué más podía sorprendernos además de esta casa? –se vuelve hacia nosotros.

Mientras nos acercamos a la casa, papá aprovecha para felicitarme y preguntarme por mi cumpleaños.

– Vi las fotos, estabas guapísima –aprieta mi mejilla al tiempo que Camila abre la puerta de la casa.

– ¡Es muy bonita! –dice mamá mientras inspecciona.

Carlos y Camila entran detrás de mamá con expresiones de curiosidad. Yo por mi parte, observo la casa, la cual a pesar de ser bonita me hace sentir afligida y papá parece percatarse de ello porque luego estira su mano hacia mí:

– Vamos, amor –añade sonriente.

Dudosa, tomo su mano y asiento débilmente antes de entrar en la casa.

– Es muy grande –consigue decir Carlos segundos después.

– Y bonita –continúa Camila.

– Y bonita –concuerda mamá–. La dejaron impecable, amor –se vuelve hacia papá quien luce satisfecho con nuestras reacciones.

Me dispongo a decir algo también, pero un perrito ladra reiteradamente llamando nuestra atención.

– ¡Un cachorro! –exclama Carlos emocionado

– ¿Sí? –Camila sonríe tiernamente y mira a papá en espera de una respuesta.

– ¿Un-un cachorro? –miro a papá y mis deseos de curiosear la casa en búsqueda del pequeño sabueso se hacen presentes.

– Pueden ponerle el nombre que deseen –añade papá apoyándose en mamá.

– ¡Gracias, papá! –Carlos sonríe y se acerca al perrito–. Ven amigo, acércate –estira su mano y Camila se le une.

Con rapidez, me acerco a ellos y el cachorrito mueve su colita haciendo caso a nuestro llamado y acercándose poco a poco.

– Ven pequeño –digo en voz baja jugando con mi mano. Este, se acerca desconfiado y finalmente olfatea m mano para luego lamerla dulcemente–. Eso es amigo –sonrío ampliamente antes de acariciarle.

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