[27]

2 0 0
                                    


Mientras salimos del aula, reviso mi celular y Santiago no contiene su emoción: – ¡Estuvo excelente! ¡Quiero mas!

Aparto mi celular, divertida por su expresión y me vuelvo hacia él: – Lo ha estado – afirmo asintiendo.

Una vez en su auto: – Mi hermano llega mañana –informa.

– ¿Sí? –me sorprendo–. Pensé que sería el viernes.

– Se adelantó. Según él no le gusta ser previsible pero te lo presentare el viernes –inicia el recorrido.

– Previsible –pronuncio sonriente–. Bueno, no tengo problema.

– La verdad es que yo estoy muy nervioso –se vuelve ligeramente hacia mí.

– ¿Por qué? –inquiero–. Aunque bueno, yo también lo estoy –confieso.

– Mi hermano puede ser un tanto indiscreto y molesto –se encoje de hombros–. Pero más allá de él, es la cena –se ruboriza.

– Tranquilo –le toco el brazo–. Si tu estas nervioso, imagina cuanto lo estoy yo.

Él reprime una carcajada – Entonces estoy ligeramente aliviado –me mira de reojo.

– Sólo seamos nosotros y ya –añado–. Disfrutemos la velada.

– Somos los mejores en eso –me guiña el ojo–. Es algo simple. Después de todo yo soy yo y tú eres tú.

– Santiago y sus metáforas baratas –bufo–. La verdad no sé cómo deba ir vestida y tampoco sé que llevar. No puedo ir con las manos vacías.

– Eso es lo de menos, con cualquier cosa te verás hermosa –se ruboriza–, y no hace falta que lleves nada.

– Santiago, tu mamá organiza eventos y casualmente tendremos una cena, eso me parece formal –justifico.

– Yo te avisare –me sonríe de lado–. Espero que no sea tan formal como los eventos que ella organiza –se ríe.

– Porque no tengo tiempo de buscar vestidos de diseñador –le recuerdo.

Antes de dejarme en casa, fuimos a la farmacia donde Cami trabaja para comprar algunos implementos que necesitábamos y en esta, se le ocurrió la idea de pasar a comprar donas y esperar a mi hermana.

– ¿Donas? –inquiero.

– Tengo hambre –se toca su vientre y abre la puerta del local–. ¡Buenas tardes! –dice en voz alta llamando la atención de todas las personas presentes.

Todos nos miran detenidamente y solo consigo avergonzarme a un nivel atroz mientras el disfruta la situación. Santiago, ¡Por favor!.

– Amor, dijiste que tenías antojo de donas –se inclina para mirarme y comprendo su juego.

– Ya no tengo... –ruedo los ojos.

– Señorita –avanza hacia la vendedora–, queremos seis donas de nutella y tres chocolates calientes, pero el tercero lo queremos para dentro de un rato, es que esperamos a mi cuñada.

– Bien-bien –repite ella ruborizándose.

– Amor, si quieres me esperas sentada –esboza una sonrisa–. No creo que en tu condición puedas estar tanto tiempo de pie.

Le propino un golpe en el brazo antes de volverme hacia una mesa libre. Él sonríe ampliamente y cuando me siento noto que algunos presentes aún me observan. Enciendo mi celular para distraerme y seguidamente Santiago se acerca a la mesa con lo pedido.

Vidas AnterioresWhere stories live. Discover now