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– Solo galletas, helado y luego paso por la comida de Sam –mentalizo lo que hare en los próximos quince minutos mientras bajo de la moto.

Entro al supermercado con el casco en la mano y el chico de la puerta me señala el estante para que deje el caso en este, asiento débilmente y dejo el casco en el lugar respectivo.

Mientras camino, mi celular me informa de una notificación que ignoro para seguir mi recorrido.

Hay pocas personas –inspeccionó el lugar con la mirada y trazo mi camino hacia el pasillo de las galletas. En el, hay tres personas, una señora mayor junto a un niño que parece ser su nieto y lo que parece ser una chica, considero parece ser porque esta de espaldas a mí pero finalmente concluyo que es una chica.

Visualizo las galletas a tomar y están a escasos centímetros de la chica que aun yace espalda a mí.

Una extraña pero familiar sensación me invade y mientras me acerco a la chica –con cada paso que doy–, observo su bolso, el cual tiene una identificación.

No creo que sea ella. Pero y si... –mis pulsaciones aumentan, trato de desviar mi mirada y retroceder. Sin embargo, no puedo evitar hacerlo y termino enfocando mi vista en la etiqueta blanca para leer su nombre.

 Sin embargo, no puedo evitar hacerlo y termino enfocando mi vista en la etiqueta blanca para leer su nombre

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¿¡Mabel!? –me detengo en seco–. ¡Es-es Ma-mabel! –entreabro mis labios ligeramente y siento una punzada en el pecho–. ¡Re-realmente es ella! –trago fuerte.

Por un pequeño espacio de tiempo todo gira alrededor de nosotros o, en realidad, mi mundo gira –una vez mas– alrededor suyo.

Lo mejor será que me vaya, y cuanto antes –considero retrocediendo un paso–, pero... hacía tanto que no la tenía tan cerca –mis cejas se unen ligeramente y aprieto mis labios con fuerza.

No sé qué hacer, ¿Alejarme e irme o arriesgarme, acercarme y quedarme?. –me pregunto inhalando y exhalando tenuemente–. ¿Y si me reconoce? Ella me descubrió o casi lo hizo el día de su cumpleaños.

Ella, se inclina para tomar unas galletas y sin darme cuenta ya me encuentro a su lado.

– Son muy buenas –pronuncio.

– Sí que lo son –responde y se vuelve para mirarme. En cuento lo hace, mi mundo se detiene por millonésima vez, teniendo el mismísimo efecto que la primera vez.

Sus ojos brillan intensamente y un ligero y genuino rubor se apodera de sus mejillas.

¿Puede una persona enamorarse repetidas veces de la misma persona? Déjenme decirles que sí.

Nos enamoramos de su esencia, de su mirada, rostro, labios, sonrisa, aroma, cuerpo, voz y cabello pero sobretodo, nos enamoramos de sus expresiones.

– Tomaré unas también –le sonrío y me acerco un poco para tomar el paquete–. ¿Qué más piensas tomar? –le pregunto.

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