[37]

1 0 0
                                    


Luego de recorrer la montaña y apreciar sus estanques, regresamos al hotel donde decidimos aprovechar la tarde para descansar y así poder reponer completamente nuestras energías.

Durante la mañana del idea de hoy, hemos estado acomodando nuestras cosas para la hora de ir al yate. Mientras espero a Santiago, Samir ve la televisión.

– Mabel –dice para romper el silencio.

– ¿Sí? –me vuelvo hacia él.

– Siento entrometerme, pero ¿Tú y mi hermano... –se dispone a preguntar y le interrumpo.

– No –emito avergonzada.

– ¿No? –inquiere uniendo sus cejas.

– No –le digo mientras me acerco a él.

– Oh, entiendo, entiendo, –se levanta rápidamente–. No quería molestarte –dice avergonzado mientras apaga el televisor–, pero cuando estés preparada lo sabrás.

Lo sabré... ¿Pero cómo? – ¿Cómo lo sabré? –inquiero.

– Bu-bueno yo no lo sé –se ríe–. Pero supongo que cada quien lo sabrá cuando llegue el momento –emite y asiento liada–. Por ahora no pasa nada –me sonríe dulcemente–. No te preocupes, conozco a mi hermano y él te esperará.

– ¿Lo crees? –inquiere. ¿Y si se cansa de esperar? ¿Y si espera por nada exclusivo?

– Claro –afirma–, él te quiere mucho y te esperara sin problema alguno.

– ¿Te está molestando? –pregunta Santiago acercándose.

– No, no –le digo.

– Si te molesta no dudes en decírmelo, por favor.

– Sigo aquí, hermanito –pronuncia.

– No pasa nada –le sonrío.


Durante el recorrido hacia el yate, mi suegro empieza a platicar sobre cuánto le costó y lo mucho que trabajo para obtenerlo.

– ¿Mabel has subido antes a un yate? –pregunta.

– Una vez, en una cena que tuvimos con los negocios de papá –confieso.

– Bueno, esta vez pasaras veinticuatro horas en uno –sonríe ampliamente.

Mientras nos adentramos en este, Santiago toma mi mano y me acompaña en el recorrido.

– Sólo cuenta con tres habitaciones lastimosamente, y bueno mi esposa y yo dormiremos en una –anuncia mi suegro.

– Rita y yo en otra –Samir indica mientras presenta a Rita.

– Ten-tendremos que dormir solos en una habitación –Santiago emite solo para mí.

– No hay problema –consigo decir.

– Por suerte cada habitación tiene un baño y hay otro baño principal. También tenemos cocina y hay un mini bar, tenemos una despensa llena para que cocinemos y también tiene gran variedad de dulces –anuncia mi suegro.

– Bueno, bueno –Samir se acerca al bar y toma una botella.

– Hablaré con el capitán para que partamos enseguida –mi suegro se aleja junto con su esposa.

Rita y yo nos dedicamos conocernos y poco después mi –o nuestra– suegra, nos llama:

– ¿Me ayudaran a hacer el almuerzo? –pregunta.

Vidas AnterioresWhere stories live. Discover now