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No he vuelto a ver a Mateo desde el día de la fiesta, ni he sabido mayor cosa sobre él.

Mis recuerdos de ese día son ligeros pues sigo sin recordar como terminé en mi habitación.

– Mateo tuvo que haberme cargado –concluí al poco tiempo.

Él realmente se marchó y yo no alcance siquiera a despedirme, pero tampoco vi que él intento hacerlo...

Cuanto me hubiese encantado que él me dijera toda la verdad en mi cara. Lo que él dijo en la fiesta ¿Era real?. De todo esto solo se una cosa y es que no he dejado de pensarle ni un día. ¿Pensara él en mí también?.

Durante las vacaciones, estuve mayor parte del tiempo en casa de Luciana, visitando y reencontrándome con mis amigos.

Mis tías lamentaron mucho que Diego y yo nunca llegamos a nada y me fue incomodo porque ellas siempre pensaron que él me atraía y nunca pude negárselos ya que si lo hacía terminarían involucrándome entonces con el siguiente chico más cercano a mí, Lucas y si me negaba, entonces pasarían a otro y a otro y a otro en un cadena sin fin que hasta chicas podría involucrar.

Lucas antes de graduarse inició en un trabajo a tiempo parcial en una cafetería cercana al instituto mientras terminaba de completar dinero para marcharse a la universidad a estudiar Biología y hasta ahora tendría que trabajar por al menos unas dos semanas mas. Por lo que, para verle tuve que visitarle en un par de oportunidades y esperarle para luego salir por allí.

En una ocasión, nos quedamos hasta tarde en la cafetería, el limpiaba y yo decidí ayudarle para terminar mas temprano.

– No debes hacerlo. Solo siéntate y espérame.

– Ya te dije que no –exprimí el pañuelo.

Y entonces, en vez de terminar más rápido solo nos retrasamos porque derrame el agua en el piso y después de resbalarme quien sabe cuántas veces, terminamos jugando a deslizarnos arruinando nuestra ropa.

Mis hermanos decidieron quedarse en casa, Camila trabajando a medio tiempo y Carlos dedicándose a practicar.

– ¿Si vendrá? –pregunta Luciana en media pedicura.

– Si, él dijo que lo haría para el fin de semana –le informo–. Se quedará con el abuelo supongo.

En cuanto a Santiago, él se fue junto a su familia a visitar a sus abuelos a las afueras del país.

He aprovechado mi estadía aquí para encontrarme y acompañar al abuelo también, ayudarle con la casa y pasar por el cementerio a llevarle flores a la abuela.

Al abuelo es a quien más le ha pegado la muerte de mi abuela. Mis tías han insistido en vender la casa e invitarle a vivir junto a ellas pero él se ha rehusado una y otra vez.

– Cariño, tu si me entiendes ¿Verdad? –me pregunta de la nada.

– ¿Sobre qué abuelo? –me vuelvo hacia él.

– El por qué no quiero irme de la casa ni venderla –susurra.

– Creo que si –asiento–. Y tampoco quiero que la vendan –confieso–, aún conserva el aroma de la abuela –olfateo deleitándome.

– Cuando cocino no estoy ni cerca –emite y carcajeamos.

– Ella habría querido que te entregase esto –se levanta y se aproxima a una cómoda–. Es una foto donde salen tu bisabuela, abuela y mamá –extiende la foto hacia mí y la tomo–. Es realmente sorprendente el parecido entre tú y tu bisabuela, ella siempre lo mencionaba –sonríe dulcemente y yo tomo la foto.

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