𝐍𝐚𝐫𝐮𝐦𝐢 𝐌𝐨𝐫𝐚𝐧𝐚

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"No importa lo que pase, siempre puedes levantarte y seguir luchando"

Aquellas habían sido las palabras más importantes que Narumi había escuchado durante su vida. Una de las últimas frases que recordaba de su madre.

Desde niña había sido criada dentro del palacio imperial de Aghat. Su madre al ser una soldado excepcional había sido llamada al servicio de su majestad imperial cuando ella contaba con tan solo tres años.

La recordaba fuerte, adornada por su armadura de plata y su largo cabello negro como la noche. Aquella era una visión que había quedado impregnada en su memoria, llevándola inconscientemente a intentar imitarle.

Cómo deseaba ser tan fuerte y grácil como ella, cómo deseaba tener el liderazgo que ella demostraba, cómo deseaba volver abrazarle una vez más.

El antiguo soberano, el emperador Hakim, gobernaba Aghat con mano de hierro, todo se debía hacer tal y como lo ordenara sin chistar. La madre de Narumi, al haber sido nombrada una soldado imperial, debía cumplir sus órdenes, así desapareciera por días, semanas o incluso meses, dejando a la pequeña en manos de los sirvientes del palacio.

Durante esos días había conocido a Izar, el heredero "Ilegítimo" del emperador, pues se rumoraba que Hakim se negaba a reconocerlo como su hijo.

Los recuerdos de aquellos días invadían a Narumi en medio de una batalla que comenzaba a dar por perdida. Yue a su lado, hacía todo lo posible por mantener la distancia entre ellas y sus adversarios, pero aquello solo era retrasar lo inevitable, pues les superaban en número y fuerza.

¿¡En dónde está Naisha!? —gruñó su compañera mientras el fuego volaba aquí y allá siendo disparado por su espada doble.

La respuesta a su pregunta llegó más tarde que temprano, con una flecha clavada en uno de los impostores que estuvo a punto de golpear la cabeza de la pelinegra, siendo esta flecha disparada desde el otro lado del campo. Naisha había llegado, acompañada de los pocos compañeros que le quedaban. Quizá tendrían una oportunidad al final de todo.

—Podemos resguardar la cabaña y trasladarnos a un lugar más seguro —sugirió Yue retirando las gotas de sudor que comenzaban a caerle por el rostro.

—No tenemos runas suficientes y Lurianflus se ha quedado en el fuerte —respondió Narumi enseguida.

Aquellas runas apenas les servían para transportarse de un punto otro no tan lejano, corriendo el peligro de morir en el intento, puesto que era una magia tan inestable que pocos eran los que se atrevían a utilizarla.

Narumi había cargado con una bolsa llena de cristales grabados con la runa de los viajeros en caso de necesitarla como una vía alternativa de escape, mas al llegar a Courtest, notó que alguien había hurgado en su equipaje, tomando entre todas las joyas y posesiones que cargaba, únicamente las runas.

—Te advertí no acercarte demasiado a Meena —murmuró Yue.

Meena y las demás cortesanas les habían alcanzado utilizando las mismas runas que ellas poseían. Era claro quién le había robado.

Lo hecho, hecho está —concluyó dando fin a aquella conversación.

Narumi intentó levantar aquella bruma oscura que había utilizado durante la pelea en el palacio blanco en un intento por esconderse a sí misma y a su compañera, para así hacer más difícil el acorralamiento que ya sufrían por parte de los impostores.

Una figura Alta y esbelta se interpuso entre ellas, derribando en un segundo a cinco de sus contrarios mientras la joven desencadenaba su encanto.

—¡Majestad! —masculló Narumi del susto.

Una Corte de Cristal #PGP2023Where stories live. Discover now