𝐔𝐧 𝐈𝐦𝐩𝐮𝐥𝐬𝐨

72 10 55
                                    

Mi mente se quedó en blanco al observar a Asra en la entrada de la tienda de Bóreas mientras mis labios titubeaban en un intento de formular una respuesta a su pregunta.

—Ah... Sí, me parece que tengo algo parecido por aquí —pronunció Bóreas adelantándose a mis palabras. 

¿Elixiflares? Estaba más que segura que aquello no existía. Siempre había ayudado a Bóreas con su comercio, tanto en Aurum; aquel olvidado pueblo en el que Kanei había demostrado su poder masacrando a todos, como en Courtest y jamás había escuchado nombrar algo similar.

—Padre... —interrumpí a Bóreas quien ya comenzaba a pasear al príncipe a lo largo de la sala mostrándole varios objetos.

—Ah, es verdad, qué distraído soy —recalcó mientras se volvía hacia mí como si se le hubiera cruzado una de las mejores ideas por la cabeza—. Disculpe mis modales Alteza ¿Conoce ya a mi hija Levana? Ha residido en su palacio por algunos días, justo acaba de volver de Nadhera.

Asra sonrió como si estuviera observando el más grande de sus tesoros con aquellos ojos esmeralda brillando a la luz de las velas.

—Nos hemos visto alguna que otra vez en el palacio —me apresuré a explicar nerviosa, quitándole importancia al asunto antes de que el príncipe pudiera decir algo más.

—Me parece que así fue —respondió Asra siguiéndome el juego.

Bóreas se limitó a observar aquella interacción tomando su barbilla entre su pulgar e índice como si intentara descifrar algún secreto.

—¡Maravilloso! —concluyó el hombre—. En ese caso, he de suponer que se quedará a cenar.

Abrí los ojos como platos al escuchar aquello. Sentí cómo mis mejillas comenzaban a ruborizarse mientras Asra perdía toda la seguridad que había mostrado antes, también estaba nervioso.

—El príncipe es alguien muy ocupado... —comencé a decir excusando a Asra, pues este seguía sin poder pronunciar palabra.

—Tonterías, el muchacho debe comer para mantenerse fuerte. Le prometo Alteza, que preparo la mejor crema de flor de calabaza del distrito.

—Estaré encantado de acompañarles a la mesa... si es que no les molesta —pronunció respetuosamente, como si temiera cometer un error u ofender a su animado anfitrión.

—Magnífico, simplemente magnífico —Bóreas volvió a llamar la atención de Asra intentando mostrarle más artefactos extraños de los cuales parecía sentirse orgulloso de poseer en su tienda, mas nada de lo que mostraba podía hacerse pasar por aquellos desconocidos elixiflares.

—Papá... —volví a interrumpir insegura, temerosa de dejarle a solas con Asra—. Deberías ir a descansar, yo buscaré los elixifares para su alteza, no te preocupes.

Bóreas enarcó una ceja sospechando de mis palabras, antes de negar levemente con la cabeza.

—Eres tú quien debería descansar —replicó Bóreas animadamente—. Conociéndote quién sabe si habrás probado bocado alguno durante el día. Por suerte traje una canasta de bayas lunares para ti. Ve a comer algo, en un momento te alcanzamos.

—Pero...

—No le negarás a un hombre viejo como yo, el honor de atender a un príncipe en su tienda.

—Por supuesto que no —me limité a decir.

Aquellas palabras hicieron que me percatara de que efectivamente los años ya habían pasado por su piel y gesto cansado, era un hombre mayor cuando me había adoptado como su propia hija, ahora, a mis veintiún años, parecía más débil que nunca, y yo le había abandonado por entretener a Akai.

Una Corte de Cristal #PGP2023Where stories live. Discover now