𝐋𝐚𝐬 𝐍𝐮𝐞𝐯𝐞 𝐉𝐨𝐲𝐚𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐑𝐞𝐢𝐧𝐨

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Regresé de mi encuentro con la princesa inevitablemente cansada y con un ramo de lavanda que había mandado a cortar para mí, gracias a que mentí sobre el aroma de tal flor en mi cabello. Seguramente el pasar tanto tiempo cerca de Asra había causado que su perfume se impregnara en mi cabellera, sin embargo no podía decirle eso a la princesa por lo que inventé la excusa de que había pasado un rato en los jardines observando las flores, ya que no teníamos este tipo de plantas en Daus.

Caminaba con tanto pesar que bien podría parecer que me arrastraba por los pasillos, estaba lista para llegar a la cama y dormir toda la noche.

—No más escapes nocturnos —me prometí entre dientes.

Aquello acabaría conmigo en menos de una semana si seguía a ese ritmo. Comenzaba a preguntarme cómo le hacía la realeza para seguir este ritmo de vida. Navani confesó haber pasado la noche buscando entre libros algo de información y todo el tiempo en el que estuvimos juntas estaba radiante, fresca como una lechuga.

Abrí lentamente la puerta de mi habitación, el día se había pasado como agua, tanto así que la oscura noche no dejaba atisbar luz alguna dentro de mis aposentos. Bastó con que diera un paso dentro para que mi corazón se detuviera del susto.

¡SORPRESA! —exclamaron al unísono mis compañeras cortesanas quienes parecían estarme esperando.

Grité del pánico mientras dudaba que mi corazón siguiera latiendo ante lo ocurrido.

Las luces de unas cuantas lámparas de aceite comenzaron a alumbrar al rededor, había ocho chicas dentro de mi habitación, eran todas las cortesanas que habían quedado después de la primera noche gracias al ataque efectuado a lady Elizabeth.

Las jóvenes se encontraban repartidas a lo largo de la habitación, todas portando ya su pijama, algunas sentadas sobre almohadas, sillones o mi cama, todas sonreían y parecían estar ansiosas por saber qué me había dicho la princesa, todas menos Meena quien permanecía al fondo de la habitación recargada en la pared con cara de pocos amigos.

—¡No te quedes ahí Lev, únete! —exclamó Narumi jalándome hacia donde estaban todas las ladies.

—Aquí no entra ninguna Lady sin pijama —dijo de manera juguetona Lady Dilaila, una cortesana de Perang de cabello negro, extremadamente liso, ojos verdes y tez con tintes dorados.

—Tienes razón, que alguien busque un camisón para Lady Levana —Narumi comenzó a deshacerse una a una de las capas de mi vestido mientras luchaba por detenerla.

—Enseguida mi lady —escuché a Kora responder al fondo de la habitación.

¿Kora? —le llamé en busca de ayuda.

—No seas tímida, Lev, todas tenemos lo mismo —dijo Lady Dilaila ayudándole a Narumi a deshacerse de mis ropas.


—En verdad me gustaría un poco de privacidad —rogué a la avalancha de que se me venía encima.

Mi vestido, todas las faldas interiores, crinolinas y mi corsé salieron volando uno a uno entre un parloteo y risitas cómplices de las ladies, aquello comenzaba a sobrepasar mis sentidos a tal punto que llegué a sentirme perdida.

Entre tanto caos logré separarme entrando al cuarto de baño de la habitación. Cerré la puerta detrás de mí, en verdad estaban dispuestas a vestirme ahí mismo, tan solo una fina tela cubría mi menudo cuerpo a ese punto, agradecía haber escapado antes de que mis compañeras se deshicieran de la delicada prenda también.

Un ligero "toc, toc" de Kora se hizo presente en la puerta, en la cual aún seguía recargada por miedo a que alguna de mis compañeras quisiera ingresar. Abrí la entrada tan solo unos centímetros dándole acceso al delicado camisón de algodón que mi doncella había conseguido, en cuanto la prenda estuvo entre mis manos cerré el pórtico nuevamente apresurándome a cubrirme con la tela.

Una Corte de Cristal #PGP2023Where stories live. Discover now