𝐍𝐚𝐝𝐡𝐞𝐫𝐚

154 22 61
                                    

El día corrió como agua entre mis manos.

Kora se encargó de mostrarme las áreas que podía usar en el castillo; El ala oeste estaría destinada a las habitaciones de la corte junto a los jardines principales, así como una sala de descanso para todos los integrantes, incluso contábamos con un comedor, puesto que, seríamos huéspedes durante un buen tiempo en el palacio.

El ala este, por otro lado, estaba estrictamente prohibida, ya que era exclusiva para la familia real y concejales. En cuanto al ala sur, era de uso común, pues seguía siendo la fachada y recibimiento general del castillo.

El lugar me parecía excesivamente grande, aunque claro, suponía estaba diseñado para albergar tantas personas como fuera necesario. Y para mi pesar, el recorrido duró algo más de dos horas.

Admitía que no contaba con la mejor resistencia física, mis piernas comenzaban a doler mientras, por dentro, rogaba por parar un momento. Sin embargo Kora, acostumbrada a aquellos recorridos, seguía tan rebosante de energía como cuando me recibió.

Por último me mostró mi habitación.

El lugar era enorme, mucho más de lo que había imaginado. Contaba con una cama gigante a comparación de la que estaba acostumbrada a dormir, un balcón con vista a los jardines, una salita al centro y una mesa con dos sillas de motivos florales en el balcón, dispuestas para tomar el té. Sin mencionar el cuarto de baño privado, lo cual agradecía.

Kora se retiró una vez pude instalarme, indicándome que podía llamarle cuando lo requiriera tan solo tocando una campana. Ella sería quien estaría atenta a mis necesidades durante toda mi estancia.

Sin duda me pareció algo extraño, pues no estaba acostumbrada a ello, mas no me quedaban energías para cuestionarle o curiosear al respecto, por lo que simplemente agradecí sus atenciones y, una vez se retiró, pude relajarme. El día siguiente sería todo un reto para mí.

Naturalmente, toda la información que me habían proporcionado me mantenía confusa y dispersa, tanto así que casi olvido el paquete que Bóreas me había entregado al marcharme.

Sin pensármelo dos veces, tomé la pequeña cajita para comenzar a desenvolverlo con sumo cuidado, como si aquello se tratara de la reliquia más sagrada.

Respiré hondo, no habían pasado ni veinticuatro horas y ya extrañaba estar a su lado, extrañaba su risa cuando contaba un chiste inocente que para él era lo más divertido del mundo, extrañaba cómo solía cantar por las tardes mientras trabajaba y dialogar con todo aquel que llegara a su tienda...

Comenzaba a arrepentirme de mi decisión, me culpaba por ir al bosque la mañana en la que me topé con Akai y Kanei, por no luchar en contra de los deseos de la doncella, por sentir miedo de Kanei.

Debí ser más como él. Si lo que Akai decía era cierto, Bóreas había enfrentaro a la doncella y escapado del lobo ¿Qué pensaría de mí si se enterara de lo que estaba haciendo? ¿Le decepcionaría saber que no fui capaz de retarle y salir victoriosa?

Me deshice de aquellos pensamientos con un movimiento de cabeza. No permitiría que Akai me arruinara el recuerdo de mi padre.

Eché un vistazo a lo que sostenía aun frente a mí, mi sorpresa, dentro del paquete se encontraba una carta, un anillo de zafiro, una daga y una bolsita con un puñado de runas talladas en amatista.

Lo primero que hice fue abrir la carta, estaba escrita en un idioma antiguo que tan solo un puñado de personas llegaban a conocer. Idioma que Bóreas me había ayudado a dominar a la perfección desde pequeña, se le conocía como "la lengua de los encantadores" y era muy útil a la hora de conjurar o utilizar magia, pues otorgaba estabilidad a los encantos, además de potenciarlos.

Una Corte de Cristal #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora