25

3.3K 306 68
                                    

XXV



La taza de té caliente entre las manos de Andrei le quemaba ligeramente las palmas, pero él estaba tan absorto en sus pensamientos que no era capaz de preocuparse por la sensación caliente contra su piel.

Ahora que había pasado la locura y el descontrol, se sentía terrible consigo mismo.

Se sentía culpable mientras pensaba en lo ocurrido. Se suponía que debía encerrar a Keiler, mantener una distancia de él y luego encargarse de ponerlo en su lugar una vez que todo el asunto con Connor y Nathan llegara a su fin. En ningún lado decía que debía acostarse con él.

«Las personas que mató… gente inocente y policías que solo hacían su trabajo y murieron por ello ahora se deben estar revolcando en su tumba, mientras yo me acuesto con la persona que los mató. Soy una basura, jamás debí permitir que todo se saliera de control. Después de todo lo que pasé no debería ser tan malditamente indulgente con él…»

—Andrei. —La voz repentina de Keiler lo regresó a la realidad de un golpazo. Miró hacia la entrada de la cocina por puro impulso, encontrando al menor vestido y con una toalla sobre los hombros. Su cabello oscuro todavía goteaba —. ¿Estás bien?

—Sí —respondió escueto, desviando la mirada para centrarse en su taza humeante. Se vio un segundo en el reflejo, y le dio un trago. Se le revolvió el estómago cuando se vio a sí mismo.

Keiler permaneció de pie en el marco de la entrada, observando al hombre apoyado en la mesada. Andrei ni siquiera lo miraba, demasiado esquivo.

Después de que terminaron, él solo se colocó el pantalón y se encerró en el baño mientras Keiler se quedó en la cama, disfrutando de la sensación de haber tenido buen sexo con la persona que tanto le atraía. Andrei se había dado una ducha, regresó a la habitación y, sin decirle nada y dándole la espalda en todo momento, se vistió rápido y volvió a salir.

Keiler rápidamente perdió la satisfacción y la sonrisa, y temió, porque casi podía escuchar los pensamientos enloquecidos de Andrei.

Él sabía que la racionalidad llegaría para hacer de las suyas, pero realmente esperó que no lo hiciera pronto. Lo último que quería era ver a Andrei tan conmocionado y volviéndose loco por lo que habían hecho.

Después de bañarse y colocarse ropa, un pantalón de chándal que le quedaba suelto y una camiseta sin mangas, se dirigió a buscar a Andrei. Y ahí lo encontró, medio escondido en la cocina bebiendo té y dejando que su mente le jugara una mala pasada.

Andrei sabía que él seguía ahí, mirándolo, pero no volteaba a verlo. Después de un momento de observarlo, se acercó y quedó a unos pasos de Andrei, taladrándolo con su mirada.

—Entiendo si estás arrepentido, pero no lo acepto —dijo —. Yo no me arrepiento.

—No te arrepientes de todo lo que has hecho, mucho menos de esto.

—¿Y por qué me atacas? ¿Acaso te obligué? —soltó con molestia, pero el mayor siguió sin mirarlo —. Mírame, carajo. No seas cobarde.

Andrei volteó después de unos segundos. No lucía enojado, pero estaba serio y con la mirada fría. Por un instante, Keiler sintió que estaba viendo al Andrei del inicio, ese que solo quería encerrarlo.

El que jamás habría terminado en la cama con él.

No le gustó. Le tomó gusto demasiado rápido al Andrei que estuvo con él en la cama, el que lo disfrutó y dijo que no había estado mal. Quería a ese Andrei, no al otro que se enfrentó durante un año.

—Es cierto, no me obligaste. Lo hice porque quise —espetó por fin —. Y ese es el maldito problema, Keiler. Que lo hice porque quería hacerlo, y me gustó. Me gustó lo que hicimos y… y ahora me siento mal, porque jamás debimos llegar a esto. ¡Simplemente está mal!

Malvado | BL © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora