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VII


Andrei miró con desdén el lugar frente a él. Tal vez era el sitio más público a esa hora: un maldito club nocturno.

Maldijo a Keiler. Supuso que lo hacía adrede teniendo en cuenta que al haber tanta gente no podía armar un escándalo, no si quería mantener todo el asunto lejos de los civiles.

El mantener en secreto el escape de Keiler y su presencia en la sociedad servía de camuflaje para el asesino e, irónicamente, también era su seguridad. Ambos lo sabían.

«Muy listo»

Suspiró rendido cuando se acercó a los dos guardias en la entrada. Uno de ellos sostenía lo que supuso era la lista de nombres, controlando a las personas en la fila, y el otro guardaba silencio sin interferir.

—Oye, fórmate como todo el mundo —reclamó un joven cuando lo vio queriendo entrar.

Andrei lo miró con mala cara.

—No vengo a divertirme —aclaró, luego miró a los dos hombres que le prestaban atención —. Me están esperando.

—¿Andrei? —pronunció el que parecía no hacer nada.

—Sí.

—Ven conmigo —demandó, luego se adentró al lugar y él lo siguió sin ser detenido por el otro. Solo escuchó algunas quejas de los jóvenes en la fila.

Si fuera por él, se formaría y perdería todo el tiempo porque ver a Keiler no era precisamente un placer.

Siguió al tipo por entremedio de la gente. Allí dentro todo era bullicio, música alta, luces moviéndose de un lado a otro, personas bailando y caos. Mucho caos.

Algunas chicas le acariciaron los brazos cuando pasó, incluso le sonrieron coquetas, pero las ignoró porque no estaba ahí para ligar y, como en cualquier otro momento, su interés se mantenía lejos del romance. Mientras más rápido hiciera lo que debía, más rápido volvería a casa.

Fueron hasta el fondo del club, donde casi no había gente, y subieron una escalera estrecha que estaba un poco oculta entre dos paredes. Llegaron a un pasillo vacío, donde habían puertas cerradas y de las cuales no provenía ningún sonido. No preguntó qué eran, casi podía imaginarlo.

El sujeto se detuvo frente a la última puerta, y lo miró con cautela.

—¿Vienes armado?

—No.

—¿Celular?

Del bolsillo de su abrigo sacó el aparato, y el tipo no dudó en sacárselo de las manos.

—Te lo devolveré cuando salgas.

Andrei rodó los ojos. Le parecía extraño que Keiler, de pronto, tuviera a gente cuidándolo. Mientras lo persiguió nunca tuvo que lidiar con nadie más que con el asesino, no conoció a terceros y mucho menos encontró pistas de que trabajara con alguien.

Además, el sujeto se veía muy bien vestido, tenía el porte adecuado. Le recordó a los matones de las mafias: serios, elegantes y peligrosos.

No mencionó nada al respecto, pero aquello le hizo pensar que algo se le estaba escapando.

Cuando su guía abrió la puerta y lo hizo entrar, lo primero que vio fue una habitación mediana, sin nada en las paredes y con las luces de color lavanda iluminando todo. Habían dos sillones largos y costosos alrededor de una mesa baja y tan larga como ambos muebles. Keiler estaba sentado en uno de los sillones, viendo algo en el celular que bajó a su regazo cuando él entró.

Malvado | BL © ✔️Where stories live. Discover now