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XX

Keiler resopló por quinta vez mientras veía la televisión. Estaba tan aburrido.

Se sentía como un crío, de esos que sientan frente a la tele y le ponen dibujitos para que se quedara quieto y no molestara. Andrei había hecho eso, literal.

Lo obligó a sentarse en el sillón, le encendió la televisión, le entregó el control remoto y le dejó a Lina sobre el regazo para que le hiciera compañía. Ella, por supuesto, se acomodó allí mismo

Pórtate bien que tengo que trabajar.

Le había dicho Andrei antes de desaparecer por el pasillo.

Reducido a un mocoso problemático y malcriado. De pronto ya no tenía veintidós años.

No le gustaba que el jodido fiscal lo tratara como un crio.

Apagó la televisión, donde estuvo viendo una película de terror sangrienta que no le impresionó para nada. Normal después de todas las cosas que había hecho.

Debía tener más experiencia que un cirujano.

—¿Quién dice que debo tener título para ser profesional? —se mofó mientras dejaba a Lina a un lado sobre el sillón.

Ella se quedó ahí mientras Keiler se adentraba al pasillo y llegaba a la puerta de la oficina improvisada de Andrei. Ni siquiera golpeó o pidió permiso, solo abrió y se apoyó en el marco de la puerta, viendo al mayor ensimismado con el portátil, algunas carpetas y, básicamente, hojas y más hojas desparramadas por todo el escritorio.

—Carajo. Eres como un ratón.

—¿Te importa? —respondió Andrei, alzando la vista de la pantalla para enfocarse en él. Traía lentes, y Keiler apretó los labios con rendición porque no podía ser que incluso con ellos se viera bien. Era una maldita tortura estar tan cerca y no poder hacer nada —. Estoy ocupado.

—Y yo estoy aburrido —espetó sin importancia mientras se acercaba a la estantería de libros empotrada en la pared —. Admite que no leíste ninguno y solo los tienes para parecer más “intelectual”.

—Supongo que así es como ves a alguien que lee —observó devolviendo la vista al documento en el portátil —. Los leí todos mientras estudiaba.

—Tiene sentido, con lo nerd que eres.

—Keiler, en serio, estoy ocupado.

—Y yo estoy aburrido. No sirvo para estar tranquilo en un lugar por mucho rato —admitió irritado —. Al menos puedo ayudarte aquí.

—No, no puedes —dijo tajantemente —. Te dije que no volvería a pedirte ayuda.

Keiler rodó los ojos.

—Eres tan orgulloso, Andrei.

El mencionado alzó la mirada enseguida, evidentemente molesto, gesto que hizo sonreír con ligereza a Keiler.

—Sí, tengo orgullo, y por eso mismo no espero nada de ti.

Keiler estuvo a punto de responder, pero el celular a un lado empezó a sonar en medio de ambos.

Cuando Andrei lo tomó, dudó un poco.

—¿Qué? —Quiso saber el asesino.

—Es Emilie.

—No le atiendas.

Andrei le dio una mirada desafiante junto con una sonrisa ladina antes de llevarse el celular al oído.

—Emilie.

Keiler apartó la mirada y respiró hondo cuando una sensación asquerosa lo invadió.

La misma que lo atacaba cuando veía las fotos de la “linda” novia de Andrei. Solo quería azotar los marcos contra el suelo y pisarlos hasta que los vidrios dejaran de crujir.

Malvado | BL © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora