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Cuando Andrei abrió los ojos, lo primero que vio fue la cara redonda y peluda de Lina. Ella estaba sentada a un lado de su rostro y lo observaba fijamente, como si esperara a que despertara.

La cabeza le punzó de pronto y él no retuvo un quejido. Sentía que le habían dado un buen golpe.

Parpadeó tratando de recuperar la conciencia por completo, con la vista en el techo siendo decorado por las franjas de los rayos del sol. Ya había amanecido y las aves estaban en pleno concierto fuera de la ventana, por lo que supuso que todavía era temprano. Siete u ocho de la mañana.

Lina le maulló débilmente, y Andrei volvió a mirarla. Solo entonces notó la mancha de sangre en su cabeza. Estaba seca, pero sabía que era reciente.

Se sentó de pronto en la cama cuando recordó lo de la noche anterior. La visita de Novak, la botella, el frasco de pastillas y su repentino mareo.

Instintivamente se miró a sí mismo y suspiró de alivio cuando se vio con la ropa puesta, aunque también sintió su labio inferior lastimado y el ligero sabor a sangre.

No quiso detenerse a pensar en ello, algo le avisaba que no le gustaría saber la verdadera razón.

Lina se bajó de la cama y fue al otro lado de la habitación. Maulló con más fuerza que antes, buscando llamar la atención, por lo que Andrei volteó para ver qué quería y solo vio a Keiler tirado en el suelo.

Su primer pensamiento fue levantarlo y sacarlo a golpes, hasta que se fijó en la sangre y la muñeca. Un rastro rojizo iba desde la cama, que también manchaba las sábanas, hasta el rincón en donde estaba tirado.

Andrei ensanchó los ojos y se levantó de un salto, ignorando el mareo que lo invadió y el temblor en las piernas. Se fue contra la pared instantáneamente, pero no le importó. En ese momento solo pensaba que Novak se había desangrado en su maldito departamento.

Se acercó con urgencia y terminó de rodillas, tomándole el pulso en el cuello. Keiler estaba pálido y la sangre seca cubría su muñeca. Debajo había una mancha enorme que le evidenció que llevaba varias horas así.

—Maldita sea —masculló. Se levantó y enseguida le pasó las manos por el pecho, tratando de sujetarlo para comenzar a arrastrarlo. No estaba en las mejores condiciones, pero si no hacía algo Keiler moriría —. Solo me das problemas, idiota.

Sabía que no lo escuchaba, pero igual despotricó contra el asesino.

Lo llevó al baño con dificultad y abrió la llave del agua fría en la ducha. Metió a Keiler en la bañera, bajo la lluvia para que se despertara mientras él tomaba una toalla de mano y la presionaba contra la muñeca, esperando limpiar la sangre seca y, a su vez, detener el sangrado.

—Keiler, despierta —exigió con dureza, dándole golpecitos en el rostro. Toda la ropa de Novak estaba quedando empapada, pero era lo de menos —. Keiler, maldita sea. Si vas a morir, hazlo otro día. ¡No hoy!

De pronto, escuchó un quejido por lo bajo. Le corrió el flequillo de la cara para verlo con más atención, pero el asesino seguía con los ojos cerrados y solo soltaba quejidos bajos y apenas audibles.

Al menos no estaba del todo inconsciente.

—No te duermas —le pidió.

Cortó el agua y estrujó la toalla rápidamente para luego atarla sobre la herida, solo entonces sacó a Keiler de la bañera. Fue más difícil que antes, porque ahora tenía la ropa mojada y pesaba el doble, pero no le importó; lo abrazó contra su cuerpo y lo llevó como si estuviera cargando a un niño dormido. Se juró a sí mismo que jamás volvería a hacer algo así.

Malvado | BL © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora