Calor en el Frio New York

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— No iremos — dijo acomodando su cabello rubio ante la atenta mirada azulada de los Black.

— Entonces, iré yo sola — contraatacó Hannah cruzándose de brazos.

— No, ni tu ni yo iremos — sostuvo su posición.

La tensión era palpable, los familiares de la menor se miraban confundidos, no entendían porque las dos chicas no dejaban de discutir por todo.

— ¡Es solo un restaurante, dejen de discutir! — interrumpió Rosie.

Así era, solo trataban de decidir si debían cenar juntos en un restaurante de la zona central, al que muy gentilmente habían sido invitados por los Cleaver.

— ¡Exacto, solo es un restaurante, si ella no quiere ir, entonces iré sola! — exclamó la menor.

— No irás, Hannah — Kory tenía sus razones para no querer estar ahí.

Aún recordaba con desagrado la manera como Julian Cleaver hablaba de su prometida, y no lo dejaría acercarse ni loca. Podía estar enojada con ella, pero no por eso iba a ponerla en una situación incómoda. Sin embargo, tampoco pretendía darle ninguna explicación.

— ¿Y ahora por qué están peleando? — Phillip dejó escapar una risa incrédula — Tienen que ponerse de acuerdo, o se aman o se odian, pero este vaivén es muy confuso.

— ¿Quién podría amar a esa insoportable, ridícula e inmadura mujer? — escupió la azabache.

La rubia levantó la mirada de la pantalla de su teléfono — Disculpa, ¿Qué? — dijo sonriendo, fingiendo que no había escuchado ni una palabra solo para molestar a la pequeña Black.

— Bueno... de igual manera no irás sin Kory — comentó su padre seriamente. No quería darle el lado a Mann, pero Julian tampoco era santo de su devoción, y esa era la excusa perfecta para que su hija no se presentara.

— Ya oíste a tu padre — confirmó riendo.

— ¿Cuándo podré irme a Miami? — la ignoró por completo, dirigiéndose hacía su abuelo — Es mitad de semana, no puedo seguir perdiendo clases... ya estamos preparándonos para la graduación — se acercó a él sonriendo, y acarició su cabello con cariño.

Sabía que los ojos verdes la estaban siguiendo, podía sentirlos clavados entre sus omoplatos. La veía con resentimiento por la manera como trataba a Phillip.

Ella misma a veces dudaba de la buena imagen que tenía del mayor. Era su abuelo pero la situación era tan escabrosa que no podía evitar preguntarse si era el culpable de tal desgracia.

— Michael ya esta en casa, yo me quedaré a acompañarlo unos días más, ustedes pueden marcharse si así lo desean — tomó su mano con delicadeza y besó sus nudillos.

— ¡Gracias! — saltó feliz, pero su emoción quedó estancada al recordar que dejaría a su prometida sola. La miró de reojo, no se veía contenta o aliviada, de hecho, parecía bastante decepcionada.

Tan solo habían pasado un par de días desde su pelea, y ninguna quería dar el brazo a torcer. Hannah nunca se fue de casa, aunque a veces, cuando la rubia salía a trabajar, se sentaba en el sofá a llorar pensando en su traición. Por su parte, Kory no pasaba mejores tardes. Su corazón se dividía entre el amor que sentía por ella y el resentimiento contra su familia.

Realmente se estaban llenando de rencor, destruyéndose poco a poco.

— Vamos... quiero ver a Michael — le dijo tomando su brazo.

Mann había decidido arrastrarla con ella a cada lugar al que iba, exceptuando las escasas horas que dedicaba a la oficina recientemente, y claro que cumplía con su objetivo de estresarla y hacerla perder los estribos.

MANN BOXOù les histoires vivent. Découvrez maintenant