Celos Y Tristezas

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— ¡Solo es una amiga! — aseguró entre gritos, aunque por dentro trataba de aguantar la risa — ¡Kory, bájame! — le ordenó.

La rubia la había cargado sobre su hombro como si fuera un saco de papas. Mordió una de sus piernas sobre el pantalón.

— ¿Una amiga? ¿Una enfermera... en New York... a la que has visto una vez en tu vida? — le preguntó  incrédula, mientras buscaba las llaves de su apartamento en su bolsillo.

— ¡Dios mio, solo me hizo el favor de comprar el pan! — volvió a quejarse la menor, pataleando ligeramente con cuidado de no llegar a golpearla.

Mann enterró sus dientes nuevamente en su carne, frustrada porque la tela no le permitía probar su piel — Un paso más cerca de intentar llevarte a la cama.

La azabache empezó a reír, la situación era absurda, y sus celos no tenían fundamento — Kory... sabes bien que eso no va a pasar.

Su risa molestó aún más a su novia, quien veía todo con mucha seriedad. Gruñó enojada, dejando su cuerpo sobre la mesa del comedor, para caminar hasta la cocina.

La pequeña Black dio un brinco, siguiéndola — No puedes enojarte por eso — dijo entre risas. Kory se giró lentamente, con los ojos dilatados y rojos a más no poder. Fue entonces cuando ella notó que hablaba totalmente en serio — Mi amor... ¿qué pasa? — se acercó preocupada.

— ¡No lo sé, ¿okay?! — su tono de voz la alteró un poco, pero no retrocedió, dejando a su novia acortar la distancia — ¡No sé que me pasa, pero no puedo controlarlo, no soporto ver que alguien más se te acerque! —.

Quizás eran las fuertes emociones que había experimentado ese día, el miedo de perder a su abuelo, la tristeza de ser rechazada por su propia familia o la rabia de escuchar a Victoria mancillar el nombre de su madre, pero estaba perdiendo el control... y Hannah no se daba cuenta.

Incluso le parecía tierno verla enojada, con la piel ardiendo en celos por ella. Se sentía como una niña haciendo una travesura, provocándola a perder el control, esperando que se desquitara haciéndole el amor todo el día.

Kory, en cambio, la estaba pasando fatal. Luchaba fervientemente por no sacar su peor versión, una que ella sabía que existía en lo más profundo de su ser, pero que no era muy agradable.

La acorraló contra la pared cercana — ¡Tú eres mía, Hannah Black! —.

«¡Dios, claro que soy tuya!» pensó, derritiéndose entre sus brazos.

Sin embargo, prefirió tentar a su suerte — No soy un objeto, mi amor — dijo sonriendo con picardía, mientras acariciaba su rostro.

— ¡Me perteneces! — insistió la rubia.

Su novia miró hacía otra lado pensativa, haciéndola rabiar. Esa fue la gota que derramó el vaso. La cargó nuevamente, esta vez con destino a su habitación. Lanzó su cuerpo sin cuidado sobre la cama.

Hannah reía divertida — Extrañaba mi cama — comentó acurrucándose y restregándose contra las sábanas.

La mayor no la escuchó, siguió buscando entre sus cajones desesperada. Sacó de uno de ellos una caja negra con cerradura, lo cual llamó la curiosidad de su prometida.

— ¿Qué es eso, amor? — preguntó levantándose ligeramente.

— Quítate la ropa — le exigió seriamente.

Sus ojos azules brillaron con emoción, se relamió los labios sintiendo sus piernas temblar de la excitación. Su camisa y pantalón terminaron en algún rincón de la habitación, pero antes de que pudiera sacarse la ropa interior, Kory la tomó de las muñecas con una mano.

MANN BOXWo Geschichten leben. Entdecke jetzt